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Emilio Llera y su nieta, Arantza Llera, ayer, en el llagar que tienen en Villaescusa.P. M.

La mejor sidra, en Villaescusa

"Nadie tiene el secreto; si supiéramos hacer sidra saldría todo bueno, pero es muy caprichoso", asegura Emilio Llera, ganador en el concurso de Güerres (Colunga)

Acaba de ganar la segunda edición del Concurso de Sidra Casera de Güerres (Colunga), pero asegura que "ninguno tiene el secreto. Si supiéramos hacer sidra saldría todo bueno, pero es muy caprichoso". Son palabras de Emilio Llera, vecino de Villaescusa (parroquia de Pernús), quien en su larga colección de oficios se ha dedicado al cultivo de pumares y otros árboles. Tiene 2.400, todos dentro de la Denominación de Origen Protegida, y vende la mayor parte al llagar Menéndez.

Para consumo doméstico elabora unos 1.000 litros en el llagar de la misma localidad, que "tendrá cuarenta años, pero está nuevo", explica. Allí todo se hace según el método tradicional y lo único que apunta modernidad son los barriles de acero inoxidable, que compagina con los que su padre compró a Los Pablos de Colunga "hará cien años o más. Cuando todavía se pagaban los arbitrios", un antiguo impuesto.

Llera parte la manzana "como antes, con un palón" y, pese a que ya ha descartado que exista fórmula mágica, procura elaborar la sidra de la forma "más limpia posible y lo más fresco. Esto es al natural, no hay una máquina enfriando", añade. La presentada al concurso de Güerres (en el que quedó segundo Antonio Caride, de La Riera y en tercer puesto Rubén Carús, de Conlléu) era una sidra "no muy ácida y muy sabrosa", sin sabores que no son propios de la sidra.

Le gusta "mezclar mucha manzana" y cultiva unas catorce variedades diferentes. Llera aprendió de las generaciones anteriores y ahora él enseña a las que le suceden. Entre él y su nieta, Arantza Llera, de 18 años y vecina de Gijón, corcharon todas las botellas y movieron cajas de la última remesa, y la joven ya piensa en ayudar a mayar. Su abuelo, contento por la continuidad, ve una diferencia abismal entre esta generación y la suya, pues él cumplió los 18 años como emigrante en Alemania.

Antes había trabajado en la madera en Colunga y al regreso estuvo trabajando de soldador. Luego se casó y se dedicó al ganado, un sector cuya crisis también vivió. Pero Emilio Llera se reinventó y se metió en el mundo de la plantación de árboles con eucaliptos, pumares y robles, entre otros, tarea que combinó luego con la limpieza de chalés. Ahora, ya jubilado, continúa con los pumares y también tiene un vivero del que este año saldrán 3.000 plantas.

Emilio Llera, fiel a la sidra, que elabora desde 1975, cree que esta producción "no es la solución", al menos al nivel casero en el que él se mueve. Opina, eso sí, que "hay que venderlo más caro, porque ahora el lagarero no gana mucho. No puede vender a euro la botella cuando la manzana le costó treinta céntimos y la botella veinte o cuarenta".

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