San Felipe obró el milagro, y entre la lluvia de los días pasados y la que, anuncian, está por venir, consiguió que en su día, en las localidades llaniscas de La Galguera y Soberrón, luciera un sol radiante para celebrar por todo lo alto la fiesta que en ambos pueblos esperan con ansia e ilusión cada año y por la que tanto trabajan.

"Con los nervios que pasamos ayer, un día así es increíble, no las teníamos todas con nosotros", confiesa Gloria González mirando al cielo. Con el sol calentando el ambiente, alrededor de las doce del mediodía medio centenar de aldeanas, acompañadas de un puñado de porruanos, se congregaban en La Galguera para recoger los ramos de pan y flores que iban a llevar en procesión hasta la capilla de San Felipe, en Soberrón, donde más tarde se los ofrecerían al santo. "Es una fiesta que sentimos muy dentro, la llevamos desde la cuna", explica Toyi Noriega ataviada con el traje típico de llanisca.

Así, el primer ramo viajó de un pueblo a otro a hombros de Luis Vega, Luis Noriega, Isaac Ramírez y Jorge Granda. Por su parte, las encargadas de transportar el segundo de los ramos fueron Adriana Sordo, Natalia Toro, Noa Tárano y Claudia Sordo. Unos ramos que cada años regala a la fiesta un vecino, este año Lucas Martínez, un pequeño de apenas un año. Con los ramos a cuestas, arrancó la procesión, con las aldeanas entonando su canción para anunciar su paso acompañadas de la gaita y el tambor.

Una labor, la de tocar el tambor, que en la fiesta de San Felipe no está solo reservada a los hombres, ya que las jóvenes Aroa Meré e Itziar Noriega desfilaron, tambor en mano, alegrando con su toque la procesión de los ramos y marcando el ritmo de las decenas de panderetas que las rodeaban. Para Aroa Meré, esta es una tradición familiar, ya que hace unos años tomó el relevo de su tío en esta labor. Sin embargo, para Itziar Noriega este ha sido el segundo año que ha participado de esta forma en la fiesta. "Sólo toco el tambor para San Felipe, porque mi abuela es de La Galguera, así que es una fiesta especial", cuenta Noriega.

Una vez la procesión de los ramos recorrió las calles que separan ambas localidades y alcanzó la capilla de San Felipe, llegó el momento más emotivo del día: sacar la imagen del santo de su capilla y pasearla en una solemne procesión ante la atenta mirada de decenas de vecinos y curiosos que se encontraban en los alrededores de la ermita para disfrutar de esta animada fiesta.

Tras estos actos, llegó el momento de la celebración religiosa con una misa en la pequeña capilla de San Felipe en honor al santo, y que culminó con la ofrenda de los dos ramos por parte de las aldeanas, quienes realizaron el ritual justo como manda la tradición: cantando y acompañadas por el toque de sus propias panderetas.

Una vez concluidos los actos religiosos, llegó el momento de que todos los presentes disfrutaran con el festival folclórico que aldeanas y porruanos tenían preparado para deleitar a todos aquellos que quisieron acercarse para vivir en primera persona el día grande de La Galguera y Soberrón. Así, representaron bailes tan típicos del concejo como el fandango de Pendueles o el Pericote de Llanes.

Las celebraciones de la mañana terminaron y dieron paso a una gran fiesta popular en la que cientos de personas se dieron cita en los campos que rodean a la capilla de San Felipe para disfrutar en familia o entre amigos de una multitudinaria comida campestre en la que no faltaron productos típicos, como la borona, ni tampoco un buen puñado de toldos que daban cuenta del miedo a la lluvia que había entre los presentes, si bien finalmente, y por suerte, sirvieron para proteger del sol y no del agua.

Después de la comida, llegó el momento de que los más pequeños disfrutaran con varios juegos infantiles e hinchables que sirvieron para amenizar la tarde a las muchas familias que se encontraban disfrutando del buen tiempo en la fiesta. Además, los mayores también pudieron disfrutar con el VIII Concurso y cata de sidra casera, en el que un jurado popular fue el encargado de dar un veredicto.

Según iba pasando la tarde, la comida campestre se iba convirtiendo en merienda, ya que la gente era reacia a abandonar el lugar y prefería seguir aprovechando el día de sol, fiesta y unión. "Hay mucha gente de los pueblos que ya no vive aquí y que vuelve el día de San Felipe solo para estar aquí en la fiesta", cuenta Rebeca Pidal.

Así, según se iba acercando la noche, y para que el ambiente no decayera, los encargados de animar con su música a todas las pesonas que aún quedaban en los alrededores fueron "Caramelo", "Aquarium" y "DJ Mario".