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El arquitecto oculto del Oriente

El investigador José Manuel Rodríguez rastreó en la prensa la obra de Juan Álvarez Mendoza, artífice de las casas del paseo de la playa de Ribadesella

Arriba, el actual hotel Marina, uno de los edificios diseñados por Juan Álvarez Mendoza en Ribadesella. A la izquierda, la residencia en la playa de los marqueses de Argüelles. C. MURUZÁBAL / REPRODUCCIÓN DE C. M.

Las casas del paseo de la playa de Ribadesella levantan una gran admiración tanto entre los turistas que las ven por primera vez como entre los locales que se paran a contemplarlas. Su arquitectura y su conservación tienen buena culpa del asombro que despiertan. Sin embargo, pocos conocen al artífice de tanta belleza. Y es que el arquitecto Juan Álvarez Mendoza trabajó pocos años en Asturias, los que van de 1907 a 1914, pero gran parte de sus diseños le han ganado la batalla al paso del tiempo.

José Manuel Rodríguez Hevia, licenciado en Geografía e Historia, se ha dedicado a investigar la arquitectura de Asturias durante los siglos XIX y XX y es un gran conocedor de la figura de este importante arquitecto. Por eso, él piensa que el hecho de que Mendoza sea tan poco conocido en el Principado se debe a que "su obra resulta muy difícil de documentar porque sus proyectos no están en los archivos municipales". Sin embargo, sí que se puede seguir su rastro en la prensa de la época.

Así, se sabe que este burgalés de nacimiento comienza su vinculación con el oriente de Asturias de niño, cuando fue a vivir a Llanes porque su padre era profesor en el colegio local. Allí empezó su gusto por la arquitectura, por lo que se fue a estudiar a la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde se graduó en 1895. Desde allí se marchó a trabajar como arquitecto municipal a Lugo, pero en 1907 retornó al Principado, se casó con la piloñesa Concepción Carriedo y comenzó, a partir de ese momento, a crear auténticas joyas de la arquitectura en la comarca oriental.

Su primer gran proyecto fue el del Casino de Llanes, encargo que recibe en 1907 y que le sirvió para conseguir una fama que después le valdría la confianza de los marqueses de Argüelles, Federico Bernaldo de Quirós y María Josefa Argüelles, para urbanizar el entorno de la playa riosellana de Santa Marina. Así, entre sus estilos pronto comenzaron a destacar el beaux arts y otros de moda en la época modernista, como el secesión vienesa y el Liberty italiano.

"Los marqueses de Argüelles querían crear una colonia de veraneo en el arenal", cuenta Rodríguez. Y, así, Juan Álvarez Mendoza se puso manos a la obra. Así, la urbanización del lugar se dio en dos fases: una que comenzó en 1907, cuando se construyeron los primeros chalés para "alquilar a veraneantes y residir", y una segunda, a partir de 1909, necesaria por "la gran afluencia de veraneantes y por la fama alcanzada".

Así, su gran obra fue la casa de los propios marqueses, todo un lujo para la época, y que hoy aún se conserva como el Gran Hotel del Sella. De hecho, Rodríguez Hevia califica esta mansión como "la más interesante" de las obras diseñadas por este arquitecto en Ribadesella y destaca su "monumentalidad, cuidado diseño y decoración". Según opina, "fue realizada para sobresalir, dada la importancia de sus propietarios". Pero hubo muchas más. Por ejemplo, suyos fueron también los chalés de Luis Piñán, un indiano de Oseja de Sajambre que hizo fortuna en Cuba, y el de Cesáreo Sánchez.

Y si dignos de ver son sus edificios de la playa, también se encargó de algunas edificaciones en el centro de Ribadesella encomendadas por comerciantes e industriales. De estos proyectos, se conservan, por ejemplo, lo que hoy es el hotel Marina, de 1912, y la casa contigua, que perteneció al industrial y banquero Benigno Blanco.

Así, gracias a todas las obras de Álvarez Mendoza, los marqueses consiguieron convertir Ribadesella "en una pequeña San Sebastián o playa del Sardinero", cuenta el investigador. Tanto que la prensa del momento llegó a designar la villa como "La Guapa".

Sin embargo, en 1912 la obra en el Oriente "comenzaba a agotarse". Álvarez Mendoza, mirando hacia el futuro, empezó a trabajar en cargos públicos hasta que, finalmente, consiguió el puesto de arquitecto de Prisiones. Eso sí, nunca se desvinculó del Principado, ni del Oriente, donde tanto de él queda todavía.

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