El patrimonio arqueológico de Piloña es inagotable. Lo dicen los participantes en la jornada de puertas abiertas del castro de Antrialgo. La visita guiada puso ayer el colofón a dos semanas de excavaciones en las que el equipo liderado por Juan Ramón Muñiz sacó a la luz un asentamiento que, con más de nueve mil metros de extensión, se retrata como uno de los mayores de Asturias.

Antes de comenzar el tour, Muñiz indicó a los asistentes que el objetivo primordial de las prospecciones -financiadas con 5.000 euros por parte del Ayuntamiento de Piloña-no era otro que el de constatar la existencia de un yacimiento y su extensión, para que la Consejería de Cultura lo incluya como bien dentro del inventario del patrimonio asturiano. "Que el castro sea reconocido es fundamental para sentar una base jurídica y que en el futuro se puedan hacer investigaciones", relató.

Tras las aclaraciones iniciales, las que asistieron el alcalde de Piloña Iván Allende y el de la parroquia rural de Villamayor, Andrés Rojo, se hizo un parón en los tres puntos clave del recinto fortificado: la calzada romana, la muralla de dos metros y medio de ancho y en un par de construcciones asociadas ubicadas en la parte oeste. Las evidencias materiales encontradas en los primeros sondeos datarían de época romana -siglo II al XV- pero Muñiz apuesta a que los asentamientos se ocuparon en la Edad del Hierro. "Como lo que queríamos era certificar la existencia de un yacimiento buscamos los restos constructivos más evidentes pero aún queda mucho por descubrir y ojalá que otros equipos se sumen al estudio de la cultura castreña del oriente, de la que se sabe poco".

En cuanto a la calzada de acceso a la fortificación, Muñiz destacó su excelente estado de conservación. "Hace una curva para que quien entrara no lo hiciera de frente y en caso de combate no pudiera usar toda su fuerza e incluso pudiera quedar atrapado. Se sabe que es romana por su trazado y porque aparecieron tejas con una firma indudable", explicó.

Al llegar a la zona amurallada el arqueólogo indicó que su función era la de soportar el desnivel de las terrazas, alineadas artificialmente con una mezcla de cantos de río y caliza. Muñiz llamó la atención sobre los restos de dos construcciones aparecidas junto a la entrada al castro que, por su gran diámetro, descarta que fueran cuerrias: pudieron cumplir una labor de vigilancia. Para asistentes a la jornada como Blanca Pérez, de Ferreros, es "un privilegio tener al lado de casa tesoros como el Sidrón, la necrópolis de Argandenes o este castro". Su opinión la compartía la vecina de Antrialgo Ángeles Carús. "De críos siempre escuchamos leyendas de que aquí había un castillo enterrado y algo de razón tenían", aseveró. En la misma línea se expresó Rafael Migoya, "sorprendido" por unos hallazgos que tras la visita volvieron a sellarse para su conservación.