Los vecinos de Coya, en Piloña, no quieren que el Obispado venda el salón parroquial del pueblo y hoy organizarán una protesta para reivindicar su "propiedad moral". Sobre todo porque, según defienden, han sido ellos quienes han mantenido el inmueble en pie durante toda su existencia. Fueron ellos quienes lo reconstruyeron cuando fue quemado durante la Guerra Civil y han sido ellos quienes, con sus aportaciones económicas, han arreglado el tejado y las ventanas y conservado en perfecto uso el edificio, a medida que este lo ha ido necesitando. "No es justo y no están haciendo las cosas bien, estamos muy disgustados con esta actitud", lamenta Aurora Hevia, miembro de la Junta Vecinal de la Parroquia de Coya.

Esta misma tarde, ha anunciado, protestarán por ello, y para eso han organizado una concentración en respuesta a esa decisión de la Iglesia. Manifestarse no fue la primera opción. Para llegar hasta aquí, dicen, "hemos intentado entrevistarnos con el arzobispo, pero no nos han recibido; ni tan siquiera nos han querido escuchar". Con lo que les queda "entregarles una recogida de firmas que lleva varios cientos reunidas" y organizar otra concentración delante del Arzobispado, en Oviedo.

Cualquier medida, incluso la judicial, para evitar que el salón parroquial, su centro social y punto neurálgico para todos los vecinos, deje de ser del pueblo. "Si somos nosotros quienes lo hemos mantenido en pie, con el dinero de todos, no entendemos por qué ahora quieren venderlo", lamentan. Para darle más utilidad que la social, los propios vecinos propusieron que la Iglesia alquilara la vivienda "a una familia necesitada del pueblo". Inicialmente, la Administración Diocesana aceptó. Aunque finalmente dio marcha atrás y no permitieron la entrada. Aquello causó cierto revuelo por la situación que atravesaba la familia y la falta de apoyo que recibió por parte de la Iglesia.

A partir de hoy, "colocaremos pancartas alrededor del salón parroquial para que, quien venga a interesarse por la compra sepa que los vecinos estamos en contra, y conozca también los motivos", advierte Hevia. "Aquí organizamos teatro, meriendas, cenas, bailes, guateques...", recuerda. Su venta no sólo echaría al traste esa posibilidad, sino que estaría vulnerando el derecho de los vecinos que han sufragado cada obra realizada.

El salón parroquial no tiene a día de hoy un uso religioso, "antes el cura vivía en la parte de arriba, pero hace años que ya no es así", recuerdan. Sin embargo, "no tuvieron en cuenta la opinión del pueblo para nada en este asunto y no estamos de acuerdo con los planes que tienen para el edificio, porque no es justo". No lo es, abundan, "por todo lo hemos pagado" y así consta, dice Hevia, "en las cuentas de la iglesia que aún conserva la sacristana, que a sus 93 años puede dar fe de que el dinero lo pusieron, siempre, los vecinos". Por si no fueran suficientes los papeles, añade Hevia, "hay gente que aún vive y puede contar cómo desde su reconstrucción hasta día de hoy quienes hemos estado detrás hemos sido los vecinos".