Y de repente todo el universo conocido empezó a girar alrededor de un penalti. Como si ya no hubiera guerras, como si no quedaran refugiados, como si se hubiera disipado el calentamiento global. Y donde unos vieron la falta más clara de la historia otros vieron el mayor robo del siglo. Y donde unos vieron un corazón valiente otros vieron un cubo de inmundicia. Porque, al final, cada uno cuenta la feria según le va en ella, y porque hemos construido una sociedad en la que no importan ni la verdad ni la realidad, sino alcanzar objetivos, independientemente de los medios a utilizar. Ese penalti es el paradigma de una comunidad en la que no se mira con los ojos, sino con las camisetas y los escudos, con las banderas y los colores, con las creencias y las militancias, con las manías y los rencores, con las obsesiones y los intereses. Ese penalti fue el ejemplo perfecto de un mundo lleno de gentes que solo ven lo que quieren ver. Nuestro mundo.