Un año más, nos deja Cruz en su pintura todo el encanto que Ribadesella nos brinda. Cuando sus pinceles dialogan con su hermoso paisaje, las palabras callan y los silencios hablan.
Su conversación es amplia y meditada, y lo hacen, sea en la compañía del alba en su amanecer, en las tardes soleadas, en su orbayu tierno, o en sus noches de luna clara, dejando sobre lienzo todo el esplendor de esa belleza que la Providencia le otorgó a la villa riosellana.
Luego ella, con su maestría, da fe y consigue su magnífica obra como lo demuestra en su exposición, que cuelga en la casa de la cultura. La titula Agua y arena, mar y playa, en un abrazo de mutuo entendimiento, de amistad y afecto lleno de ilusiones y esperanzas con su querido pueblo.
Considera a Ribadesella su compañera y fiel amiga. La vive, la siente, la disfruta y la lleva siempre en su corazón. Enciende, con precisión, las múltiples luces de sus colores, y lo hace con serenidad, paz y calma, buscando ese refugio que alberga la belleza de todos sus rincones con la fuerza de sus escondidos sentimientos.
Hace de su río, bahía, playas y montañas, el sonido de esa música mágica para descubrirnos sus milagros y misterios de ese lugar, para nativos y visitantes, único en el mundo.
Lo cuida con todo detalle y, desde el paseo de La Grúa, eleva su mirada a la ermita marinera de la Virgen de Guía y se deja conquistar por la coquetería del guiño dorado del faro de Somos.
Ese amor se hace eterno, y ella volverá a buscar de nuevo los encantos que aún le quedan por descubrir de toda la belleza que encierra ese lugar llamado Ribadesella.
Nosotros quedamos a la espera, para seguir también enamorándonos con el bien hacer de sus acuarelas. Felicidades.