Isaura Pascual fue con su esposo a la cantera El Cogollo, en Bueño (Ribera de Arriba) no se sabe a ciencia cierta a qué. Su marido, José Carlos Augusto Braga, acusado de asesinarla, afirma que fueron a aquel lugar, apartado y desapacible, a mantener relaciones sexuales. Lo sostiene a pesar de que disponían de una casa familiar (en la que no vivían pero que continuaba abierta) y de una furgoneta, en la que llegaron hasta la cantera. Una vez allí, la joven recibió de manos de su marido treinta puñaladas. Las primeras, en la cara, el cuello, el tórax y el pulmón. Ella intentaba defenderse. Las heridas le hicieron caer al suelo. Aún así, José Carlos Augusto siguió acuchillándola en el hígado.

Los forenses que declararon ayer en la última sesión del juicio por la muerte de Isaura Pascual, en marzo de 2006, explicaron con pelos y señales el calvario por el que pasó la mujer antes de fallecer. Treinta puñaladas en distintas partes del cuerpo, mientras intentaba inútilmente de esquivar los continuos ataques de José Carlos. Las heridas, muchas de ellas mortales de necesidad, le hubieran provocado la muerte en un espacio de tiempo de diez y veinte minutos, a no ser que hubiera sido intervenida quirúrgicamente de forma inmediata. Hubiera fallecido desangrada. Pero no lo hizo. Según explicaron los médicos forenses, cuando aún estaba con vida, el acusado cogió a su esposa y la arrastró unos doce metros, hasta un lugar aún más apartado y escondido, si cabe. A continuación, se hizo con una piedra de quince kilos -__que los miembros del jurado pudieron ver durante el juicio- y le aplastó el cráneo con ella.

Isaura intentó defenderse. El cadáver fue encontrado con la cazadora prácticamente quitada, sólo puesta por el brazo izquierdo, lo que indica que la joven trató de escapar pero su marido se lo impidió, cogiéndola con fuerza, concluyeron los peritos. En el forcejeo perdió la ropa. En total, el cadáver presentaba 38 lesiones. Las que no eran cuchilladas fueron provocadas por el arrastre hasta la maleza.

Tanto el fiscal coordinador de violencia de género, Gabriel Bernal, como la abogada de la acusación particular, María Jesús Martín González, no dudan de que el acusado planificó el crimen. Llevaba un cuchillo, él dice que para comer durante su jornada laboral (no se encontró ni rastro de comida en su furgoneta y ese día no fue al trabajo) y se aseguró de conducir a Isaura a un lugar sin ninguna persona a muchos metros a la redonda. Y aseguran que aumentó su sufrimiento de forma innecesaria.

¿Por qué la mató? Según los peritos, José Carlos Augusto no padece ningún trastorno mental, aunque tiene una personalidad fría, rígida y de un marcado egocentrismo. Él convivía con otra mujer cuando cometió el crimen, pero no aceptaba que Isaura comenzara a verse con otra persona, dicen. «Sentía el deseo de demostrar que podía controlarla», manifestaron. «Y la mató cuando sintió que se le escapaba de las manos. Pudo ser un «te voy a decir quién manda aquí»». Pocos días antes de fallecer, la mujer había presentado la demanda de divorcio, tras años de supuestos malos tratos, y esa misma semana iba a celebrarse la vista del proceso.

Tras finalizar la sesión, el fiscal y el abogado del Estado mantuvieron su petición de 23 años de prisión para José Carlos Augusto por un delito de asesinato, con el atenuante de confesión y el agravante de parentesco. La acusación particular reclama 25 años. La defensa mantiene la tesis del homicidio y solicita diez años de cárcel.