Pablo GONZÁLEZ

«Autorizados estáis. ¡Que vos preste!». José Suárez Arias-Cachero se transformó durante unos minutos en el corregidor del Oviedo medieval. El edil de Cultura metido a alcalde por un día daba permiso para la celebración del Martes de Campo. Así concluyó la cabalgata del heraldo, una de las tradiciones de origen medieval que rodea a la festividad de La Balesquida y que la organización se ha empeñado en recuperar y potenciar.

Vestido totalmente de blanco, al igual que el paje que lo acompañaba y precedido por dos trompas anunciando su llegada, el heraldo recorrió las principales calles del casco antiguo ovetense para cumplir con la tradición y clamar por «el preceptivo permiso para proceder al reparto del bollu de pan de fisga con chorizo y medio cuartillo de vino pasado el monte que, como es tradicional, se hará en el Campo San Francisco», rezaba el bando.

Esta tradición se recuperó en 2002. Hasta este año la procesión sólo contaba con poco más que el heraldo a lomos de «Bambino», el caballo blanco que ayer montaba el heraldo representado por Isaac Fernández junto a la paje Marina Manteca. «Es una ilusión y una satisfacción participar en algo así», comentaba Isaac Fernández al concluir su cuarto año como heraldo. Nunca su cortejo había sido tan numeroso, ya que ayer aumentó en unas 200 personas.

El sastre mayor, gremio sobre el que caía en tiempos la petición al Alcalde para la celebración del Martes de Campo, precedía al heraldo acompañado de asturianos en traje de época, la Banda de Gaitas de Oviedo y la bojiganga, como se conocía a los feriantes de la época. Y, como remate, los estandartes que representan algunos de los oficios con los que contaba la ciudad en aquellos tiempos: herreros, curtidores, músicos, zapateros, carpinteros o tejedores. «Se trata de recuperar esta antigua tradición y convertirla en una cita obligada para los ovetenses y turistas», apuntaba Arias-Cachero de vuelta al siglo XXI.

En este primer año, el objetivo de la procesión parece haberse cumplido. Cientos de peatones que se encontraban en las cercanías de la plaza de la Catedral, origen y fin de la marcha, se sumaron al cortejo. «Estamos contentos. Ha salido bien y la respuesta de la gente ha sido buena», destacaba Francisco Blanco. El presidente de la Sociedad Protectora de La Balesquida ejerció ayer como sastre mayor. Pero los planes de la sociedad son mucho más ambiciosos para años venideros. «Queremos conseguir contar con la presencia de un miembro de cada gremio entre los comerciantes. Este año tratamos de contar con un sastre para que hiciera de sastre mayor, pero no hubo manera», relataba Javier Gómez, vicepresidente de la Sociedad Protectora de La Balesquida. Además, Gómez confía en llegar a contar para la procesión con todos los gremios de trabajadores con los que contaba el tejido preindustrial de Oviedo. En total se han documentado casi cuarenta oficios «en la época en la que doña Valesquita vivió», explica en referencia a la benefactora de la Cofradía de La Balesquida, una noble ovetense que en 1232 donó sus bienes a los sastres locales. Desde entonces, La Balesquida no se ha olvidado de su gesto. Y la festividad del Martes de Campo es buena prueba de ello.