El sábado vi en Madrid, en Ivorypress, calle Comandante Zurita, una exposición de los cubanos Marco y Dagoberto. Arte fresco, desenfadado, espectacular, desconcertante, ambiguo, divertido, perverso, ingenuo y provocador. Al entrar por la rampa se topa uno con la escultura compuesta por quinientas chaquetas sobre camisas blancas colgadas de un perchero y atravesadas de una vez y limpiamente, a la altura del pecho, por un irregular agujero de 16 metros de fondo. Los artistas se inspiraron en el típico agujero de los zapatos muy usados, imaginaron la posibilidad de que vinieran así de fábrica, quizá para atender al pobre nicho de mercado de los vagabundos, y de ahí extrapolaron la idea hacia los flamantes trajes agujereados, inopinada metáfora política del «caso Gürtel». Nada que ver con el agujero de la calle Uría, aunque también Gabino sea un artista.