La Sociedad Filarmónica cerró el lunes su temporada de conciertos con una velada sinfónica, como tradicionalmente se despide la entidad ovetense de sus asociados hasta el próximo mes de octubre. La «Sinfonietta de Zilina» fue la encargada de echar el telón en una cita musical con un programa heterogéneo, en el cual la cuerda del Este se lució especialmente entre una plantilla orquestal equilibrada en cantidad y en calidad. Sin embargo, fue un Misha Katz cercano y comunicativo el que se convirtió en el verdadero protagonista de la velada. Pero, ¿de qué manera?

El director ruso sorprendió por su expresividad, pero también por la libertad con la que desarrolló su labor al frente de la «Sinfonietta, de aquí para allá, y otra vez aquí. De esta manera, era imposible que los instrumentistas tuvieran un punto de referencia que les guiara en el conjunto. Problemas en el empaste de la plantilla y un trabajo poco claro en los planos sonoros demostraron un sistema que quizá no sea el más adecuado. En la cita del lunes en el teatro Filarmónica, Katz acogió el protagonismo antes que la interpretación musical, y ésa es la antítesis del cometido de un director de orquesta.

Por otro lado, el propósito de lograr un ambiente distendido no explica cosas como que, sobre la marcha, se decidiera intercalar otra pieza en medio del programa del concierto; o la actitud de uno de los instrumentistas de viento, que no paró de reírse durante todo el concierto. Sinceramente, lo que se logró fue un ambiente despreocupado en el que no hubo atisbo de originalidad.

Eso sí, hay que resaltar que la formación eslovaca «va sola», con todo el sentido de la expresión. A ella se unió, en la primera parte del concierto, el violinista Ilian Garnet, como solista del «Concierto n.º 3 en sol mayor para violín», de Mozart, y en la obra de Saint-Saens «Introducción y rondó caprichoso para violín y orquesta». Sin duda, al joven violinista ruso le espera una carrera brillante, que ya logra sus primeros éxitos. Un sonido impecable, de gran sentido lírico, y flexible en su carácter son sus primeras cualidades como intérprete virtuoso.

El trabajo de la orquesta junto al solista fue, al mismo tiempo, sobresaliente, mostrando Katz, en este aspecto, su mejor cara como director, especialmente en el primer movimiento del concierto y en la obra del francés. Ya en la segunda parte, se impuso la primera sinfonía de Prokofiev a la «Suite checa» de Dvorak, a través de una interpretación más cuidada en sus contrastes y colores, con renovada brillantez y compromiso.

A partir del próximo mes de octubre, la Sociedad Filarmónica volverá a abrir sus puertas con los habituales malabarismos que obliga la situación económica. La Filarmónica, no obstante, logra mantenerse ofreciendo una continuidad en su programación, en la que la música de cámara es su mejor bastión, como único ciclo que merece un calendario especializado en la ciudad.