La Audiencia Provincial de Oviedo condenó ayer a 35 años de cárcel a Amable Antonio Álvarez Fernández, de 72 años, por el crimen de Las Retuertas, en la zona alta de Perlín (Trubia), en el que murieron Agustín Rubines Arango y su hijo, Agustín Rubines García en enero de 2009. La sentencia, alcanzada ayer de conformidad entre las partes sin que el juicio llegara a celebrarse, califica los dos delitos como asesinato. Además, Amable Álvarez tendrá que indemnizar a la viuda con 163.371 euros y al hijo de ésta y hermano del fallecido con 9.610 euros.

El abogado de la acusación particular, José González Hevia-Aza, se mostró satisfecho con la conformidad, al explicar que, aunque la petición inicial era una pena de cincuenta años de cárcel, «por la edad que tiene es imposible que los vaya a cumplir». Así, para la acusación particular era más importante «que se considerase un asesinato, y no un homicidio, porque realmente lo que hizo fue matar a sangre fría con no menos de quince disparos a bocajarro a estas personas, y desde nuestro punto de vista, con ensañamiento». González indicó que la familia de las víctimas se encontraba «totalmente abatida», y que para ellos la celebración del juicio suponía «revivir todo aquello». Ningún familiar de los Rubines se acercó ayer a la Audiencia Provincial, aunque sí lo hicieron amigos de los fallecidos, a título individual.

Al juicio tampoco acudió Áurea Llamas, compañera sentimental de Amable Álvarez y testigo de los hechos. Estaba previsto que la mujer, que reside con su familia en Galicia, prestase declaración por videoconferencia. Al día siguiente del crimen, Áurea Llamas explicó en declaraciones a LA NUEVA ESPAÑA que el móvil del asesinato estaba relacionado con una discusión por el paso de unos caballos. «Amable estaba harto, pasaban por lo nuestro», llegó a afirmar.

Los Rubines se habían comprado una casa junto a la de Amable en Las Retuertas, y tenían arrendada a un primo del condenado una finca para el pasto de los caballos.

Según Llamas, Amable Álvarez, albañil jubilado, estaba enfadado porque para acceder a esta finca cruzaban por su propiedad y estropeaban los setos. Sin embargo, la acusación particular descartó ayer que el móvil del crimen estuviese relacionado con un problema de lindes.