«Ensamble Xistras» es la única agrupación asturiana dedicada exclusivamente a la denominada música antigua, lo que explica la expectación creada por el concierto ofrecido el viernes en la iglesia de San Isidoro, el segundo del VI Ciclo de música sacra «Maestro de la Roza». El título elegido para la ocasión, «O magnum mysterium» -«oh! qué gran misterio»-, tres primeras palabras del responsorio para la mañana de Navidad, parecía adelantar la atmósfera llena de sugerentes evocaciones históricas en la que el público se sumergió durante poco más de una hora.

Como si se tratase de un antiguo maestro-cantero medieval, Benito Lombas -director de la agrupación- fue descubriendo los misterios constructivos de la música de la Edad Media y el Renacimiento. Para ello sustituyó el mazo y el cincel por instrumentos musicales. Junto a su equipo de canteros-artesanos fue cincelando las composiciones concebidas a la sombra de las catedrales. Para ello eligió dos criterios: la reconciliación entre músicos profesionales y amateurs «sin complejos ni rencores» y la comunicación entre el intérprete y el público. «Aplaudan cuando lo deseen», comentó.

El repertorio realizó un recorrido por diferentes compositores y géneros, como la «Canzona dopo l'epistola», de Frescobaldi, puramente instrumental, la estrofa de Viernes Santo «Adoremus te», de Palestrina, o la antífona mariana «Ave María coelorum», de Dufay, así como «Basse danse La Magdalena» y «Alle psallite cum luya», de autor desconocido.

En los criterios interpretativos se vio otra prueba de la personalidad del «Ensamble Xistras», ya que los motetes elegidos fueron interpretados instrumentalmente y no por voces. El motete -del francés «mot» (palabra)- está ligado, desde su aparición en la Edad Media, al texto que se pretende realzar mediante la polifonía. Esta característica suscitó la idea errónea de que todas estas obras eran interpretadas exclusivamente «a capella», utilizando únicamente voces.

El colorismo de los instrumentos -flauta dulce, vihuela, violín, viola, chelo y percusión- llenó también de matices melódicos y rítmicos el acompañamiento de la monodia de las «Cantigas de Santa María» de Alfonso X el Sabio, realizado según el criterio del flautista Carlos Marín. Siguiendo el esquema establecido por el rey castellano, los asistentes pudieron escuchar la declamación en galaicoportugués del milagro asociado a cada cantiga, interpretadas por la voz de Cristina Gurruchaga y de Carlos E. García. De acuerdo a la tradición trovadoresca del sur de Francia, y con concretas influencias andalusíes, las cantigas basaban su riqueza tímbrica en el acompañamiento heterofónico, en el que cada instrumento desarrolla, simultáneamente, variantes de la única melodía escrita; a diferencia de la polifonía contrapuntística en la que cada línea melódica tenía carácter propio. La elección de los instrumentos respondió más a una cuestión estética y pedagógica que a una historiográfica. «Partimos de la idea de que ningún instrumentista ha de dejar de disfrutar de un repertorio porque su instrumento no pertenezca a la época», comentó Lombas haciendo alusión a los violines, aparecidos en el barroco y por tanto posteriores al período del repertorio interpretado. Esta idea es la que permite a «Xistras» establecer un alto grado de comunicación con el público, convirtiéndose en los veinticinco años de su existencia en un referente para todos los aficionados a la música.