Pablo GONZÁLEZ

Más de dos siglos de historia devorados en doce meses de agonía. Así puede resumirse la reciente trayectoria de la Fábrica de Armas de la Vega, cuyo anuncio de cierre cumplirá esta semana un año y en el que el futuro del sector armamentístico en la región ha quedado colgando de un fino hilo. Todo arrancó el 11 de abril del año pasado cuando Santa Bárbara Sistemas, la marca en España de la multinacional norteamericana General Dynamics, anunció el cierre de la Vega y el traslado de sus líneas de producción y de sus 280 trabajadores a la factoría que la compañía tiene en Trubia. La empresa sacó adelante el cierre, intentado en 2007 y defendido ya en 1996 por Francisco Álvarez-Cascos cuando el líder de Foro era uno de los hombres fuertes del Gobierno de José María Aznar (PP), con la premisa de que «la integración se realiza manteniendo el empleo».

A finales de octubre el último trabajador de la Vega hizo las maletas hacia Trubia y 107 días después la compañía anunció un expediente de regulación de empleo (ERE) para todo el grupo, que en el caso de la factoría trubieca está previsto que afecte a poco menos de la mitad de su plantilla. El diseño del ERE ya está prácticamente perfilado tras las negociaciones con los sindicatos. Pero no es el fin de los problemas para la fábrica. Por delante le queda un futuro nebuloso debido principalmente a dos cuestiones.

Por un lado, está la intención del Ministerio de Defensa, el principal cliente de Santa Bárbara Sistemas, de reprogramar los contratos firmados para cuadrar sus cuentas dentro del plan del Gobierno que preside Mariano Rajoy (PP) para contener el gasto y el déficit públicos. En este caso, la reprogramación puede afectar a la carga de trabajo en Trubia, donde el peso de la ocupación está en manos del contrato del blindado Pizarro para el Ejército español. Por otro lado, están los contratos que Santa Bárbara Sistemas busca en el extranjero. Aquí entra el millonario plan -unos 3.000 millones de euros- para construir unos 250 carros de combate Leopard para Arabia Saudí. Un programa al que también aspira Alemania.

Las previsiones señalan que la carga de trabajo en Trubia irá disminuyendo tras el verano. Los trubiecos tienen un ojo puesto en la visita que estos días ha realizado una delegación del Ministerio de Defensa a Brasil, país que, entre otras cosas, está interesado en los obuses que se construyen en Trubia y que podrían hacer la travesía del desierto algo más llevadera a la espera de conseguir contratos más voluminosos. Y entre medias, el Principado y el Ayuntamiento estudian qué salvar del patrimonio cultural e industrial que encierran los 120.000 metros cuadrados de la Vega antes de dar luz verde a que las excavadoras borren del plano de la ciudad la que fue una de sus industrias más emblemáticas.