Cantante, abre hoy la programación de los conciertos de La Ería

Chus NEIRA

José María Sanz, «Loquillo», abre hoy los conciertos grandes de San Mateo en el recinto de La Ería. Tras «Queen Bitch» y «Celtas Cortos», a partir de las ocho, el Loco y su banda se subirán al escenario sobre las once y cuarto de la noche. Pasados los cincuenta y en un momento dulce de su carrera, Loquillo llega a Oviedo dando las gracias por tener «la mejor banda de rock» del Estado, la que tiene «más glamour» y la que más fechas contrata a pesar de la situación general.

-Hace unos años se quejaba del desprecio nacional a los rockeros de cierta edad. Pasados ya los cincuenta, sin embargo, usted no se puede quejar.

-... Pero ese espacio que ocupo yo es nuevo, no lo ocupaba nadie antes. Cincuenta años antes el rock era denostado y los que vinieron después, Rosendo, Auserón, Kiko Veneno, o Miguel Ríos, pasaban a ser artistas de culto, pero no mayoritarios. Quizá en mi caso o el de Olvido [Alaska], o dentro de poco el caso de Enrique [Bunbury], que se acerca a los cincuenta, sí que hemos llegado a un espacio que era absurdo que no se ocupara, y que es el que se merecen los artistas con trayectoria, discurso y carácter.

-¿Pionero a estas alturas?

-Fuimos los primeros siempre en todo, los primeros en poder hacer letras después de la censura, los primeros en trabajar con compañías independientes. Siempre he estado acostumbrado a tirar muros de contención abajo. Se dijo que si eras mayor estabas fuera, pero ahora mismo en mis conciertos se reúnen varias generaciones, y tocas en el Sonorama con Chinarro y te cuenta hasta lo que pagó por tus discos. Se han roto muchos esquemas y «Los 40 Principales» o las revistas supuestamente especializadas ya no están, eso se ha acabado. Ahora existen buenos artistas y buenas canciones.

-¿Y antes?

-En los últimos quince años hubo un debate de patio de colegio entre lo que era bueno y lo malo, lo auténtico y lo que no, fomentado por una prensa musical que está muy lejos de la realidad.

-Internet también tiene sus perversiones.

-Internet ha beneficiado a las bandas nuevas que no tenían salida en radiofórmulas y a los artistas como yo, que no sonábamos allí porque nos negábamos a ceder los derechos de autor. Ahora es el momento de músicos y artistas reales. Me encanta que un grupo como «Corizonas» esté triunfando por todo el país.

-Vale, pero ¿no cree que las redes favorecen también los guetos musicales, frenan la mezcla?

-Yo rompí la escena rockabilly porque odiaba la ortodoxia. Los puntos de partida están muy bien, pero convertirlos en religión... Yo leía algunas revistas especializadas y le decía al periodista «oye, este último grupo que te has inventado tiene mucha gracia». Porque dónde estaban, qué hacían. No puedes dar coba a un tipo que se mete a grabar en la habitación con cuatro colegas, convertirlo en una estrella y que el tipo luego no tenga ganas de tocar en ningún sitio. No es lo mismo correr una maratón que salir a hacer footing, aunque de las dos maneras corres. Si te gusta el rock'n'roll, dedícate a hacer eso. Ésa es mi vida. Y al final, el directo pasa factura. Hay que salir al escenario, dar la cara, y el público decide. Como con «Love of Lesbian», que no son chavales, que llevan veinte años tocando. La cuestión es que el sectarismo, en la música, como en la política, es lo peor que hay, porque no deja crecer.

-¿Cómo ha celebrado la Diada?

-«El día de la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual», como dice la canción de Paco Ibáñez.

-Ahora que ha sentado su visión de obra en el libro «El hijo de nadie», ¿cómo ve el recorrido?

-Yo tenía muy claro que iba a ser una estrella del rock. Quería dedicarme a la música, ver mundo, viajar. En ningún momento me lo tomé como algo pasajero, adolescente. En mi generación, creo que Olvido se lo tomó tan en serio como yo. Ella quería ser eso. Yo tuve la suerte de que había promocionado discos para una compañía, era cronista en el «Popular 1» y el «Star» y había aprendido el oficio desde abajo, sabiendo lo que había.

-Al margen de que viva un buen momento. ¿Tiene nostalgia o ha mitificado los ochenta?

-Yo he tenido la suerte de haber vivido cada momento de mi vida en el sitio adecuado. Hice lo que tenía que hace con 20 años y no lo tuve que hacer con 45, que es lo peor que te puede pasar. Yo no he tenido asignaturas pendientes. Y cuando lo decidí, la fiesta terminó. Y cuando tenía que convertirme en tópico con los «Trogloditas», decidí finiquitar «Trogloditas» y abrirme a otras formas, otros ámbitos. Entiendo que haya gente en el negocio que le sale bien un disco y quiere repetirlo, pero yo siempre espero en la playa de Omaha. Me han disparado de todas partes y tengo que llegar arriba.

-¿Cómo va el país?

-Hacia atrás. Cuando tenía 18 años también salían con banderas y pedían la independencia. Veo el mismo panorama. Lo que toca ahora es cambiar la Constitución, listas abiertas, primarias, y que los candidatos de los partidos políticos tengan que presentar su obra ante los ciudadanos. Luego está esa situación de paro muy parecida a la que mi generación vivió con la crisis del petróleo. ¿Qué curro había aquí en el 77 o el 78? La fotografía se parece demasiado a la anterior.

-¿Se adormeció el personal en los ochenta?

-No, en los noventa. En los ochenta la gente despertó, en los noventa se puso a gusto. Pasamos de ver a Johnny Cash y Willie Nelson presentados por Bibi Andersen a los culebrones. De ver «La Edad Oro» a OT.

-¿Haría el Loco un «reality»?

-Me lo han ofrecido y me he sentado a mirarlo. ¿Para qué? Para saber lo que valgo. Y ahora que se lo que valgo, al menos sé dónde estoy. Por eso siempre digo que es bueno saber lo que ofrecen por uno, lo que pueden ofrecer para comprarte. Te llevarías muchas sorpresas. Y sí, me encantará, alguna vez, hacer un programa con mis grupos, mis gustos personales, mis artistas. La televisión me interesa, el cine me sigue interesando igual y sigo haciendo mis pinitos en la radio, no lo dejé, porque yo empecé haciendo «La hora del Pájaro Loco».