Y ya a tumba abierta, la Berganza criticó que a algunas cantantes se las haga salir en bikini en una ópera de Häendel o que se las obligue a "comer un helado de fresa mientras dan el agudo; no vendría nada mal introducir un poco de cordura en la ópera". No vale todo "el Prado no puede ponerle unos vaqueros a un personaje de un retrato de Velázquez". Propuso "educar el oído desde la infancia para lograr un público culto". "Y si os sentís solos repasad las biografías de Beethoven, Schubert, Mahler, Shakespeare o Goya", propuso.

Teresa Berganza afirmó que antes que cantante era músico. "Hay que vivir la música no de la música o para la música; hay que vivir la música hasta convertirse en música".

Contó cómo andaba todo el día con un esparadrapo en la boca para no hablar y dañar la voz y con una pizarra al cuello para comunicarse con su familia. Afirmó la importancia de la soledad y del silencio.

Aseguró que los músicos deben ser ejemplares ante los políticos que son los que deciden. Terminó invitando a los jóvenes a "salir al mundo y regalar los valores humanos" ya que "la cultura hace a los pueblos".

Ya en el coloquio, desde el escenario, Teresa Berganza no oía bien las preguntas. La cantante recriminó cariñosamente a algunos intervinientes. Les dijo que debían pronunciar mejor, consejo que siempre daba a sus alumnos. Fue cuando intervino la Reina.

-¿Me oyes bien?

-Cómo no.

Cuando apenas había iniciado sus palabras, Teresa Berganza exclamó: "¡Cómo pronuncia nuestra Reina!". La puso de ejemplo.

Doña Letizia respondió que como estaba en Oviedo, su ciudad, todo salía mejor. Risas de aprobación entre el público.

Parodia

La Reina siguió. Afirmó que su pregunta era un poco retórica e incluso pueril al interesarse por los cantantes que utilizan micrófono, tan frecuentes en los concursos de televisión, y la posibilidad de que se sumasen al gran canto que propone la mezzo.

Berganza respondió que era posible y que había concursos como el Elena Obraztsova de San Petersburgo, ejemplares en ese sentido.

Y de seguido parodió actuaciones en televisión que le ganaron una ovación y carcajadas. Abogó por los concursos de música clásica y añadió: "las plazas de toros se llenan con la música ligera pero no los teatros de ópera" que encima suele tener públicos "con las cabezas blancas" de canas.

El conjunto de alumnos de la asignatura de jazz e improvisación, con su profesor Oscar Camacho al piano, ofreció un breve concierto. Tres clarinetes, dos chelos y percusión interpretaron "Laschia", de Häendel; una siciliana de Bach, una danza húngara de Brahms y un minueto de nuevo de Bach. Fueron muy aplaudidos.

Terminado el acto académico, la Reina y su séquito visitaron el taller del lutier Diego del Valle, instalado en un aula del Conservatorio. El lutier estaba con sus alumnos, Ana Garrandés, violín, de Vigo; Sukin Puente, violín, de Santander; Rita Barbosa, violín, de Portugal; Pablo Ventera, violín, de Madrid y Pierre Entenelle, chelo de Luxemburgo. Del Valle explicó a Letizia Ortiz que la madera era de arce y abeto de Bosnia y del norte de Italia y que se cortaba cincuenta años antes de ser utilizada, circunstancia que interesó mucho a la Reina, que preguntó por el proceso de conservación. Después, doña Letizia cogió una herramienta y probó a rebajar un poco la tapa de un violín. Posteriormente saludó al claustro de profesores y se fotografió junto a los alumnos con los que charló durante más de media hora. Y partió hacia Madrid.