El cabildo de la Catedral de Oviedo tiene una deuda pendiente con el orfebre Werner Henneberger que, a estas alturas, nadie va a reclamar. Allá por los años sesenta, él reprodujo en su taller de Colonia dos piezas de esmalte que la Cruz de la Victoria había perdido y que habían sido sustituidas por simple carey; cuando regresó a Oviedo para reponerlas, según refieren sus parientes, fue despachado con cinco mil pesetas para pagar la gasolina que había gastado viajando en su Volkswagen desde Alemania.

Siendo aún un estudiante, relata su cuñado René Lombas, Hennenberger viajó por España para imbuirse de arte y en esas estaba cuando recaló en Oviedo para visitar la Cámara Santa. Entonces era magistral Benjamín Ortiz, que fue quien le mostró la Cámara Santa y las dos cruces emblemáticas. Hennenberger reparó en que en la de la Victoria faltaban dos piezas de esmalte.

Pasado el tiempo, con Demetrio Cabo como deán, Hennenberger se ofreció a reproducirlas y engarzarlas. Su propuesta fue aceptada y el orfebre, que ha trabajado en el Museo Romano Germánico y en el Museo de Arte Medieval de Colonia, reunió el material necesario e incluso se trasladó a Oviedo para elegir los colores adecuados.

Con las dos piezas ya acabadas el orfebre se personó en la Catedral, dispuesto a engarzar los esmaltes, pero según su cuñado, el cabildo no se lo permitió. Cogió las dos piezas y, según Lombas, "el deán le dijo que no disponían de dinero para pagarle y que únicamente le daba cinco mil pesetas". "Henneberger se sintió ofendido por el rechazo", comenta su cuñado, pero se resignó y regresó a Colonia. Sólo formuló una petición: la de que una vez colocados los esmaltes se le enviara una fotografía mostrando el resultado final. La imagen que esperaba tampoco le llegó nunca.

A pesar del desplante, Werner Henneberger siguió atento a las vicisitudes de las joyas de Oviedo y quedó consternado al conocer la noticia del robo de la Cruz de la Victoria, la de los Ángeles y la Caja de las Ágatas, en 1977.

René Lombas y Werner Henneberger son, además de cuñados, amigos. El primero está casado con la hermana del orfebre, que en la actualidad está jubilado aunque mantiene su propio horno de esmaltes y excepcionalmente colabora en la restauración de las piezas de orfebrería de la Catedral de Colonia. Últimamente Henneberger andaba perdido por una isla griega. En su juventud era un asiduo a los veranos en Cudillero y cuando se quedaba sin dinero, cuenta Lombas, se enrolaba como pescador en algún barco. Su setenta aniversario lo celebró en la Concha de Artedo.