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El Rosal, la calle de los cierres

Los comerciantes achacan al "precio desorbitado" de los alquileres que una veintena de locales hayan bajado la persiana en los últimos meses

Vista de la calle El Rosal, con varios comercios cerrados. IRMA COLLÍN

"El balance que hago desde que abrí la tienda hace un año y medio es pésimo. Tengo pérdidas. Aguantaré como mucho seis meses más y si no mejora la cosa, cierro". Ágata Álvarez es uno de los comerciantes que resisten en El Rosal junto a cerca de una veintena larga de locales cerrados, buena parte de ellos, en lo que va de año. Al preguntarle por las causas de tal desastre responde lo mismo que el resto de minoristas en activo de la calle: "Los precios de los alquileres son desorbitados".

Ágata regenta una tienda de tamaño medio especializada en ropa de mujer por la que paga 1.200 euros al mes de alquiler, un precio que se encuentra en la horquilla más baja de precios del Rosal, con cifras que llegan a los 7.000 euros mensuales. Enfrente, el paisaje es desolador en un tramo de la acera de los números pares. Todos los establecimientos lucen carteles de "Se vende" o "Se alquila", tanto de particulares como de agencias. El último en bajar la persiana fue un supermercado. Los responsables de la cadena de alimentación informan que el 14 de junio cerraron el local, pero mantienen abierto otro similar en una calle cercana.

A unos metros de distancia, el propietario de una tienda especializada en máquinas de coser cree que algunas personas compran locales para hacer negocio a base de que le paguen los inquilinos. "Llevo veinte años aguantando el tirón y viendo cómo unos llegan y luego se van. A veces son muertes anunciadas", explica Ramón Rodríguez, que en poco tiempo ha visto abrir y cerrar delante de su negocio una tienda de telefonía y dos cafeterías de grandes dimensiones que aparentemente funcionaban bien, sin falta de clientela.

Decenas de personas caminan por el Rosal cualquier día laborable, pero la cosa cambia los fines de semana. La vía se queda casi desierta pese a la celebración del mercado del Fontán y la instalación de puestos de venta ambulante en los alrededores. Lo sabe bien Ágata Álvarez, que dejó de abrir los domingos porque nadie picaba a su puerta. "La gente va al Fontán los sábados y los domingos. Es necesario dinamizar esta calle de alguna manera para sacarnos del olvido. Y ya no hablo de julio y agosto. Entonces cierro por las tardes de lunes a viernes para no quedarme mirando a las musarañas". Ahora, intenta atraer a la clientela con ofertas del 40% de descuento.

A los comerciantes no sólo les agobia el precio del alquiler, sino también los recibos de luz y agua. "Ha habido gente que inauguró establecimiento y cerró a los diez días". Lo dice Carmen Sanz, empleada de una tienda de alimentación en la esquina del Rosal con Suárez de la Riva. A su juicio, en ese tiempo es imposible que nadie pueda fidelizar clientes, pero sirve para darse cuenta de que los números no salen. El establecimiento en el que trabaja se inauguró en 2001 y desde entonces ha capeado la crisis gracias a "clientes de toda la vida". Lo mismo le ocurre al dueño de la tienda de máquinas de coser, que califica a los clientes del Rosal como de tipo "medio-alto, en busca de productos específicos, de cercanía y de alta calidad".

Tampoco existe una fórmula mágica para dar con el negocio perfecto. En el Rosal abren y cierran por igual bares, cafeterías, supermercados, teterías, tiendas de telefonía o boutiques.

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