Poesía y música, entendiendo la primera en la acepción más amplia que abraza toda la literatura, viven y conviven en la ópera. De su relación, a veces amable, otras compleja, con roces, en ocasiones buena para todas, un "win-win", como se dice ahora, habló ayer el director de escena Emilio Sagi. Invitado por la Cátedra Alarcos, su conferencia tuvo mucho de regreso a las aulas en las que inició una carrera de profesor universitario luego interrumpida y una conclusión, en forma de deseo, de que, aquí y ahora, "la ópera quizá sea la obra de arte total que Wagner predicaba".

Sagi admite que hay parte de razón en las teorías de los autores del "celibato", los que propugnan una separación drástica entre música y poesía con el argumento de que "por más que la colaboración entre una y otra exista, la alta poesía no necesita adorno y la gran música tampoco". Y la unión puede acabar arruinando una y otra. "Una unión como mezcla informe". Pero el director de escena opone que "si todo arte es la traducción de las vivencias del artista a un código, ¿por qué tenemos que escandalizarnos si la traducción se hace a varios códigos y además se parte de una obra ya reconocida como maestra?". Dan la razón a esta riqueza de códigos, remató, la generación actual que se está volcando con la ópera en todo el mundo. "la gente que acostumbrada al cine y a la televisión, donde también hay varios códigos, se vuelca con esta otra manifestación artística que combina la palabra, el gesto, el canto...".

Era su último razonamiento para hablar de la ópera como arte total wagneriano y de códigos de imposible disolución. Antes, Sagi fue desentrañando ejemplos para ver cómo la literatura y la ópera han convivido con distinta fortuna.

Los primeros ejemplos obligaron a cotejar a Shakespeare con Verdi, en las óperas "Machbet" y en el "Otelo". La trasposición no es un calco. Se añaden novedades, se cambian escenas. E incluso se elimina buena parte de la obra original. "Pero las omisiones de la fuente literaria no restan intensidad dramática. La ventaja que tienen es que parten de una obra maestra".

El repaso siguió por las óperas francesas, y Sagi se entretuvo Con "Carmen", basado en la novela de Mérimée, donde Bizet, afirmó, "logra una obra maestra". El secreto en este caso está en "la identidad entre músico y literato" y en que Bizet "le da altura trágica a una obra menor, es la música la que restituye". El ejemplo opuesto, citó, puede ser Lucía de Lammermoor, donde Donizetti intenga y no logra trasladar el romanticismo de la novela de Walter Scott.