Benjamín Prado y Joaquín Sabina bautizaron después de muerto a Ángel González como "un santo por lo civil". En realidad, la frase no es ni del escritor madrileño ni del cantante jienense. La acuñó el que se supone, aunque no es cierto, que fuera enemigo íntimo de Ángel González, el también poeta José Ángel Valente, en una comida en la que alguien criticó al poeta ovetense. "Estando yo presente que nadie se meta con Ángel González, es un gran poeta y un santo", afeó Valente al criticón.

Es una de las anécdotas que contó ayer Benjamín Prado, invitado por la Cátedra Ángel González de la Universidad de Oviedo para hablar de "El hombre que opinaba con los ojos", una ponencia en la que hubo mucho de personal, mucho de poético y mucho de sinceridad.

La admiración de Benjamín Prado por Ángel González solo es comparable a su querencia y al certero análisis que hace de su obra para asegurar que "Otoños y otras luces" (2001) o "Nada grave" (libro póstumo) "contienen algunos de los mejores poemas" del autor de "Tratado de urbanismo". También mantiene el que fuera gran amigo de González que estamos "ante el poeta póstumo más importante de España". Lo dice alguien que fue amigo personal de Alberti, "¿pero quién lee ahora a Alberti?", que desde su posición de escritor ya consagrado constata como "la vigencia que tiene ahora mismo la poesía de Ángel González es un hecho sin parangón".

Benjamín Prado es habitual de las firmas de libros y en esas ocasiones mucha gente le confiesa eso de "es que a mi la poesía...". Él les dice: "tengo la llave que te abrirá todas las puertas, lee a Ángel González". Su público regresa para asegurarle que se ha aficionado al verso. Al otro lado están los que sí leen poesía, "y es muy difícil encontrar a un lector de poesía que no te hable de Ángel González".

Prado llegó a González en un bar. "Un día tuve la suerte de entrar en un bar y que estuviese Alberti, otro día tuve la suerte de entrar en otro bar y que estuviese Ángel González", explicó para envidia de los asistentes. Pese que su amistad con el poeta ovetense se forjó con mucho humo de tabaco y mucha farra, Benjamín Prado quiso dejar claro que "Ángel González no era un borracho, era un disfrutón" y pidió que no se redujese el personaje "a cuatro tópicos".

La capacidad de Ángel González como poeta la resumió así. "Se han escrito decenas de libros sobre la guerra y la postguerra española pero Ángel González fue capaz de resumirlo todo en una sola frase: 'quien no pudo morir continuó andando'". Una frase escrita por un hombre "al que le había pasado todo lo que le podía pasar a alguien que había perdido la Guerra". Prado narró cómo Ángel González se llevó una desilusión al encontrarse a su hermano exiliado décadas antes y descubrir que era un gran defensor de Pinochet. El madrileño le preguntó intrigado al ovetense qué le había dicho a su hermano y este contestó: "coño, le dije que para eso se podía haber ahorrado el viaje". Así era Ángel González, un hombre que hablaba poco pero que decía las palabras justas y que "escuchaba como nadie porque lo hacía con todo el cuerpo, no solo con los oídos", apuntó Prado.

El poeta volvió a Sabina para cerrar su charla y relató cómo compusieron en Praga la canción, "Menos dos alas". Sabina quería hacerle una canción a Ángel González meses después de su muerte pero Prado le contestó, "no es posible, está muy poco muerto". El poeta tenía un verso y el cantante una rumba y una guitarra, todo lo necesario para homenajear a Ángel González.