Fredín, el niño de Teverga que en San Martín ayudaba en el Mont Blanc, el restaurante familiar, empezó a ser Alfredo Canteli en Valladolid. Allí recorría el largo paseo de Zorrila de punta a punta para llegar al colegio de Nuestra Señora de Lourdes desde la casa de sus tíos, a donde sus padres, Octavio y Emilina, le mandaron para el bachiller. Con el termómetro bajo cero, se le congelaba el pelo pero no las ideas ni las ganas. Siempre elegido entre los mejores del año, una vez besó la gloria del primer premio, laureles que siempre eran para su buen amigo Miguel, de apellido Delibes y alargada sombra sobre los intentos por destacar del asturiano.

La política, o lo que se le pueda parecer, no salta a la mesa de Canteli hasta que se pone al frente del Centro Asturiano, hace veinte años. Ahora, con 72, lo recluta el PP para recuperar la alcaldía de Oviedo. No es hombre de farturas pero sí experto en menú del día, con habilidad especial para encontrar los mejores al mejor precio. No derrocha en lujo gastronómico porque "a los grandes sitios no se puede ir todos los días", ni es de copas o vinos, aunque le gusta el tinto. No le verán con uno a media mañana, pero sí con café. Si llega a alcalde, dejará de tomarlo en el Centro Asturiano con algún directivo, costumbre inamovible antes del despacho diario con su director general. Siempre, en el banco y en el club, huye de las comidas de negocios. Hace los tratos en el despacho y "luego, si acaso, almorzamos". Es hostelero frustrado -con una bono loto montaría un restaurante aunque perdiese dinero- y presume de hacer buenas cebollas rellenas y tortilla de patatas.

Canteli, casado con Marta Suárez, dimite mañana del club del Naranco a favor su vicepresidente, José Manuel Granda, como dictan los estatutos. Pero lleva aún más en la Cuesta de Oviedo. Hace 34 años levantó allí su casa; la construyó donde no había casi nada. No la hizo con sus manos pero sí con su tiempo, al frente de una obra en la que no delegó nada y para la que compró él mismo hasta el último tornillo. Sus hijos, Alberto y Alfredo, no viven allí hace tiempo. "Me gastaron poco", dice Canteli. Estudiaron en Oviedo y pronto se ganaron bien la vida, hoy con cargos directivos en multinacionales. Los Reyes Magos le regalaron la visita de los hijos y, más celebrada todavía, la de los nietos, Adriana, seis años, y Alberto, de tres, más de dos semanas instalados en la casa.

Emilina y Octavio trabajaron mucho y gastaron poco para criar a los siete hijos, cinco chicas y dos chicos. Todos estudiaron y todos viven hoy. Alfredo, alumno brillante, empezó Minas pero, sin saber muy bien cómo, se presentó a la oposición del Banco de Gijón y sacó la plaza. Fue un trauma contar en casa lo de dejar la carrera. De ahí a Banesto, jefazo en Asturias. Se jubiló muy bien, solucionó la vida y se dedicó al Centro Asturiano. Ahora, ha respondido a la llamada del PP y el 26 de mayo su nombre encabezará las papeletas.