La procesión de la Soledad, la última de la Real y Trinitaria Archicofradía del Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores en su Inmaculada Concepción, hizo ayer por la mañana historia en la Semana Santa de Oviedo.

Por primera vez pasó por la plaza del Paraguas, en la que paró y oró frente al solar que ocupaba la antigua iglesia parroquial de San Isidoro, un emplazamiento que el templo, hasta entonces jesuítico, abandonó por el actual a finales del siglo XVIII.

A las diez de la mañana ya había mucha gente en la plaza del Ayuntamiento esperando la salida de la procesión, que se produciría media hora después. Se apuraban para coger sitio. Los más madrugadores tuvieron al final su recompensa, ya que casi podían tocar con sus manos el paso de la Dolorosa, conocida como la Señora de Oviedo, que como manda la tradición procesionó escoltada por cuatro bomberos, uno en cada esquina del paso.

El muñidor abría la comitiva seguido de la cruz de guía, la cruz parroquial, el estandarte de la cofradía, el guion del patrono San Juan Pablo II, la bandera del Vaticano, el guion del Encuentro Nacional de la Soledad y la bandera de la Archicofradía de la Inmaculada Concepción, seguida por los niños Morabetinos de la Dolorosa. Miles de personas arroparon durante todo el recorrido a la Señora de Oviedo, a la que acompañaba también la banda de la Unión Musical del Principado, que se lució en toda la procesión.

El primer escollo del recorrido procesional lo encontraron los veinticuatro costaleros que llevaban el paso en la esquina de la calle Mon con la de Máximo y Fromestano, con poco ángulo de giro, aunque lograron salvarlo sin mayores problemas. Los meses de duro ensayo tuvieron su recompensa.

Frente al edificio histórico de la Universidad de Oviedo, en la calle Ramón y Cajal, fue el segundo lugar en el que se congregó más gente para seguir la procesión, que después continuaría subiendo la empinada calle de Altamirano.

Ya de vuelta a la iglesia de San Isidoro, en la plaza del Ayuntamiento, no cabía una persona más. Un largo y sonoro aplauso recibió a la Dolorosa como se merece. Se daba lectura entonces, desde la puerta del templo, al Evangelio según San Lucas.

Al acercarse el paso a la sede canónica de su cofradía, los costaleros comenzaron el tradicional baile al son de la música de la marcha procesional "Mater Mea". Antes de entrar se cantó el himno de la Dolorosa. Se daba por terminada la procesión. Una vez en el interior de la iglesia, los costaleros, fieles a la tradición, cantaron la salve. Fue esta una ceremonia íntima de cofrade.