Cuando el catedrático de Anatomía Antonio Pérez Casas iba de copiloto por la antigua carretera de Pajares un día indeterminado de 1969, la Guardia Civil le dio el alto. El coche parecía muy cargado. Dentro había un cadáver. Era parte del material docente que llevaba a la Facultad de Medicina de Oviedo para impartir clase a los chavales de la primera promoción. Conducía su mujer, la también profesora universitaria Esperanza Bengoechea. Él no tenía carné. Las explicaciones sobre su profesión y el origen y el destino de la carga del vehículo (donde también había frascos llenos de líquidos sospechosos e instrumental quirúrgico) tardaron en convencer a los agentes, pero les dejaron seguir la marcha. La pareja de profesores contó la anécdota a los estudiantes, que todavía hoy la recuerdan como parte de las historietas de los seis años de carrera. Cinco los hicieron en el edificio de Llamaquique donde se estudiaba Geología y Biología. El último en el entonces recién inaugurado edificio del campus universitario del Cristo, obra del arquitecto Ignacio Álvarez Castelao, dedicado íntegramente a la carrera de Medicina.

La primera promoción de Medicina en Oviedo acaba de cumplir cincuenta años. De los 267 alumnos que se matricularon, una gran parte se sigue viendo regularmente. Algunos, cada mes, alrededor de mesa y mantel. El resto con una periodicidad máxima de dos años. José Ramón Varela, José Luis Martín, Alfonso Rodríguez Fidalgo y Jesús Cabo estaban en ese curso. Todos acabaron la carrera y ejercieron en distintas especialidades e instituciones. Ya están jubilados. Varela fue traumatólogo en el Hospital de Mieres, Martín trabajó como urólogo en el HUCA, Fidalgo se dedicó a la medicina interna en el Ayuntamiento de Oviedo y Cabo fue médico del trabajo en Hunosa. Estudiaron Medicina por vocación y porque la apertura de la Facultad en Oviedo evitaba a sus familias el enorme gasto que suponía estudiar fuera, en Valladolid, Salamanca o Santiago de Compostela. "No fue fácil poner Medicina aquí. Muchos médicos se opusieron porque suponía la aparición de más competencia", explica Fidalgo. Sus colegas asienten y señalan al catedrático Pérez Casas, que también era profesor en Valladolid, y al exrector José Virgili, como impulsores del proyecto.

Entre aquellos jóvenes había más o menos un 60% de chicos y un 40% de chicas. "Se puede decir que las clases eran paritarias", comenta Varela, que también recuerda que se podía fumar en las aulas, que no había nota de corte y que algunos compañeros pertenecían a la Brigada Político Social. "Teníamos policía secreta dentro de clase, pero sabíamos perfectamente quiénes eran. Algunos hasta nos pasaban apuntes", explica Fidalgo. Fueron años convulsos política y socialmente -los últimos del régimen- y la gran mayoría de los futuros médicos eran aperturistas y participaban activamente en huelgas ilegales y manifestaciones, por ejemplo, contra el proceso de Burgos, el cambio de la ley de Educación o la represión política.