Con luces y sombras. Así está siendo la última jornada de la hostelería y el comercio en Oviedo antes del cierre forzado por quince días. Mientras los bares, restaurantes y sidrerías apenas tienen comensales, las tiendas de ropa, complementos o moda textil hacen, en general, "una buena caja". Noelia Rodríguez, propietaria de una zapatería en la calle Santa Susana vende bastante más que cualquier otro día del mes. "La gente tiene ganas de comprar. Debe ser porque saben que luego se van a quedar con las ganas y si necesitan un determinado zapato, no pueden esperar. Hoy me han pedido muchos botines y zapatos fuertes para la lluvia", explica la dueña de Calzados Zoe, mientras atiende a una mujer una hora antes de echar el cierre definitivo. Esas ganas de comprar se vieron también esta mañana y a primera hora de la tarde en la entrada de algunas cadenas de ropa juvenil.

En la otra cara de la moneda, Gascona, donde apenas hay nombres apuntados en los libros de reserva. Eso le pasa a Pedro Caramés -hostelero y presidente de la Asociación de Hosteleros de Gascona- en su sidrería La Finca. Un hombre apuraba un café en una esquina mientras los camareros sacaban brillo a los vasos y desinfectaban el mobiliario a conciencia a eso de las dos de la tarde. “Si esto sigue así voy a cerrar antes de las once de la noche”, comentó Caramés antes de aclarar que, al menos, no tenía demasiado material en la despensa ni en la nevera porque llevaba días temiéndose que el Principado o el Estado decretase el cierre de las actividades no esenciales. “La gente tiene miedo, no entra ni un alma”.

Unos metros más arriba, en la esquina de la calle Jovellanos con el Águila, Noelia González, ultimaba los detalles de uno de sus escaparates de la tienda de regalos y recuerdos de Asturias, Alcordances, que regenta desde hace 24 años. Las luces y el espumillón no dejan lugar a dudas, ha optado por temática Navideña: “Es una forma de animar las calles cuando estemos rodos cerrados, y, a la vez, de promocionar el local”. El cierre perimetral de Oviedo y el blindaje de Asturias ha bajado en picado su clientela, principalmente turistas, por lo que ha agudizado el ingenio para vender gracias a internet, whatsapp y la promoción digital.

"La gente tiene ganas de comprar. Debe ser porque saben que luego se van a quedar con las ganas y si necesitan un determinado zapato, no pueden esperar"

Noelia Rodríguez - Propietaria de una zapatería

En la parte alta de la ciudad, Francisco Sánchez hacía números a la vez que despedía a las dos únicas mujeres que habían entrado en su cafetería Jumbo en la calle Federico García Lorca a tomar algo a mediodía: “Normalmente somos cinco personas. Cuatro empleadas y yo. Mandé al ERTE a tres, por lo que sólo trabajamos tres personas, y ahora tendré que replantearme todo de nuevo”. Sánchez está al frente de la cafetería desde hace catorce años y asegura que nunca, “ni con la crisis de 2008”, sufrió un varapalo tan gordo. “Estoy al 50% de las ventas y las ayudas al sector no son suficientes. Nadie parece tener en cuenta que debo seguir pagando, entre otras cosas, la Seguridad Social de los trabajadores en ERTE”.

Juan Prado espera a las ocho de la tarde para bajar la persiana. Se planteó hacerlo a mediodía, pero la posibilidad que entrase algún cliente a última hora que mejorase los últimos balances de ventas le hizo cambiar de opinión. Hace siete años abrió en régimen de alquiler una pequeña tienda de ropa y complementos de estilo británico en la calle Cimadevilla, en Oviedo, muy cerca del Ayuntamiento. Con experiencia previa, gusto y conocimiento de las tendencias, se apañó para llevarla sin ayuda él solo en el local. “El último mes de ventas fue catastrófico. En realidad, septiembre y octubre. La peor época desde que inauguré la tienda”, explica.

“El último mes de ventas fue catastrófico. En realidad, septiembre y octubre. La peor época desde que inauguré la tienda”

Juan Prado - Propietario de una tienda de moda

Al margen de las restricciones y el temor por el covid-19, Prado achaca la precariedad del sector, especialmente del pequeño comercio, a los precios desorbitados de algunos alquileres. No es su caso. Su arrendador le ha facilitado el pago perdonándole parte de los meses del confinamiento que ya estuvo cerrado y flexibilizando el abono de la renta: “Aun así, voy minimizando los gastos porque me doy cuenta de que los tiempos pueden ir a peor y tengo que mantener el negocio. Quizás ahora estemos más concienzados que en la primera ola, pero la incertidumbre es la misma o más”. También echa en falta más ayudas estatales, regionales y locales para salir adelante. “Más allá de la ayuda a los autónomos, poco hay para que las personas al frente de un negocio no se vean abocadas a cerrarlo o acabar en la ruina por el coronavirus.