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Carmen Ruiz-Tilve, ayer, en su casa, con un ejemplar de LA NUEVA ESPAÑA. Luisma Murias

Carmen Ruiz-Tilve, refugio y homenaje

La cronista de Oviedo, camino de los 80 años, recibe agradecida reconocimientos y premios mientras aguarda un cambio de ciclo: “A ver si levanta el tiempo y espoxigamos”

El rincón de la salita donde Carmen Ruiz-Tilve Arias lee el periódico todos los días, escribe sin plan editorial alguno pero con la disciplina del oficio y descansa mientras le traen una pieza de fruta a media mañana se abre a través de una hilera de ventanales a una luz cálida y pura que esta mañana parece reflejar el brillo de las nieves del Aramo. Bajo ese sol del mediodía, el semblante de la cronista oficial de la ciudad conserva la mirada orgullosa tan suya, que es la de una mujer que nunca recibió ni pidió regalo alguno. Camino de los 80 años (cumplirá el 19 de abril), a la escritora le han ido llegando los premios y homenajes como en un rosario que recorre estos últimos años de retiro moderado. Al Premio de las Letras de 2020, y también al hilo de ese galardón, las bibliotecas de Oviedo le rinden ahora, en este primer mes del año, un homenaje largamente pensado. Y ella recibe todos estos reconocimientos con la alegría inédita de quien nunca buscó ese aplauso: “Nunca estoy pendiente ni de premios ni de concursos, pero lo que me llega préstame”.

Ruiz-Tilve, como buena parte de la población, se cuida en esta época de pandemia, y más si la climatología no acompaña. En casa está bien, mantiene breves excursiones a la calle y desea que las cosas vayan mejorando. “¡A ver si levanta el tiempo y espoxigamos!”, concluye.

Mientras llega esa ansiada primavera, Ruiz-Tilve mantiene sus rutinas. Escribe todos los días “sin ningún plan editorial” y lee el periódico al completo, “que también es un trabajo”. Las lecturas, las de prensa y las otras, los nuevos libros llegados del RIDEA y alguna novela se le acumulan en la mesa. Sobre sus nuevos escritos, confiesa, se ha puesto con unos cuentos de “cosas variadas de la vida cotidiana de Oviedo”. La charla, al hablar de su ciudad, de lo que en ella pasa y de la lectura diaria de prensa le lleva rápidamente a acordarse de su larguísima serie para LA NUEVA ESPAÑA “Pliegos de cordel”, iniciada en 1995 y que dio, en los distintos libros recopilatorios publicados, para seis volúmenes distintos, el último publicado en 2013, y algún especial.

“A veces pienso que de esta no salimos;_pero a ver si en unos meses volvemos a ser Oviedo, porque ahora no se sabe ni lo que somos”

Allí daba Carmen Ruiz-Tilve noticia de gran parte de aquel Oviedo que descubrió desde niña de la mano de su padre, Francisco Ruiz Tilve, en los recorridos desde la casa familiar de San Pedro de los Arcos hasta la de su abuela, en Santa Susana. Hablaba de un Fontán que no es el de ahora y de un comercio local en retirada que siempre encontró en ella a una de sus más esforzadas defensoras.

Todo ese Oviedo bullicioso y tan personal ha quedado más silenciado aún con la pandemia. La cronista de la ciudad quisiera ser optimista pero hoy, al menos, no acaba de ver la botella medio llena. “Yo, a veces, pienso que de esta no salimos”, confiesa con pesar. “Que quedamos todos encadenados hasta un fin, un fin negativo, quiero decir”. Y al final, con cierta resignación, trata de poner remedio al pesimismo de las estadísticas y los contagios y los fallecidos. “Espero”, añade, “que sea una cuestión de meses y que volvamos a ser Oviedo, porque ahora no se sabe ni lo que somos”.

El homenaje

Carmen Ruiz-Tilve, que además de ser cronista oficial de Oviedo tiene aquí calle (en La Florida) y bautiza un colegio (en La Corredoria), vio al finalizar el año cómo la Asociación de Escritores de Asturias le otorgaba el 2 de noviembre el Premio de las Letras 2020 “por su exitosa carrera tanto en el mundo académico como en el literario y el periodístico”.

Ese reconocimiento ha sido el pie que las bibliotecas de Oviedo encontraron para rendirle un homenaje que ya llevaba tiempo rumiándose. La responsable municipal del área, Chelo Veiga, habla con pasión de Carmen Ruiz-Tilve, por el apoyo de tantos años, desde que, como profesora de Didáctica de Lengua y Literatura, llevaba a sus alumnos, futuros maestros, a conocer y valorar las bibliotecas de la ciudad, hasta las rutas literarias que, prácticamente, se iniciaron de su mano.

No era solo el Oviedo de “Nosotros los Rivero”, que tan bien conocía dadas sus investigaciones sobre Dolores Medio. Era, también, “El maestrante” de Palacio Valdés, un paseo por el Naranco... Siempre le gustó sumarse a estos itinerarios, los condujese ella o no, pudiera acompañar a los lectores en todo el recorrido o esperarlos solo en el caserón universitario de San Francisco y completar allí la jornada con más anécdotas y charla.

Carmen Ruiz Tilve fue muchas cosas porque nunca aceptó el corsé en el que la quería encajar parte de su Carbayo (el heterónimo con el que rebautizó la ciudad en sus novelas). Algunos le preguntaban que por qué tenía que hacer la tesis sobre Dolores Medio o por qué no criaba tranquilamente a sus cuatro hijos y se limitaba a ser la esposa del catedrático de Derecho Administrativo Luis Carlón. Pero Carmen Ruiz-Tilve nunca cejó. Antes de comenzar su labor docente en Ciencias de la Educación fue bibliotecaria de la Universidad de Oviedo, con lo que el homenaje que las bibliotecarias y bibliotecas le devuelven ahora tiene algo de círculo cerrado y de hermandad entre colegas.

“Nunca me interesó ni ser guapa ni ser nada, yo siempre seguí con mi línea”

El reconocimiento pretende, además, presentar de nuevo toda su producción literaria y dar a conocer todavía más sus libros a los ovetenses. Con ese objetivo, las distintas bibliotecas de la ciudad exponen algunos ejemplares de los más de treinta títulos de su bibliografía y presentan un bonito programa de mano donde lectores, amigos y colegas expresan su devoción por la escritora, junto con algunos datos sobre su vida y obra.

En esa larga producción de títulos están sus seis libros dedicados a los “Pliegos de cordel”, sus trabajos sobre Oviedo, del Fontán a los caños, de la vida comercial al Carbayón, y también sus novelas: “Crisantemos para todos”, “La edad de oro”, “Galería de espejos”, “Una semana fuera del calendario”, “Cuentos encadenados” y “Las dos caras de Jano”.

Además de estas exposiciones, las bibliotecas también han dedicado a la autora el “reto lector” del mes. El objetivo era que el homenaje coincidiera, este mes, con la entrega del Premio de las Letras, aunque la pandemia también ha obligado a posponer esos planes.

En casa, Carmen Ruiz-Tilve ofrece al fotógrafo unos caramelos de La Pajarita, la célebre tienda de Madrid. Es el recuerdo del paso reciente por casa, en Navidades, de su hija Matilde Carlón, catedrática de Derecho Administrativo en la Universidad Complutense. Lo hace mientras posa para la cámara con elegancia y soltura. Y cuando se le aplaude la fotogenia, ella vuelve a enarcar una ceja y se sacude los piropos: “Nunca me interesó ni ser guapa ni ser nada, yo siempre seguí con mi línea”.

En la despedida, vuelven a la conversación los premios y homenajes, los ya recibidos y los que están por venir. Carmen Ruiz-Tilve sonríe. Agradece el cariño de todos los que van llegando y de los que piden para ella. Todo es bien recibido, y más si viene de su ciudad del alma, esa que le duele tanto cuando la ve aletargada, extraña, distinta, sin sus esencias. Pero vendrá un tiempo más benigno y volverán los brotes. Espoxigar. No queda otra. Y Carmen aguarda en su refugio.

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