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Vallobín, el barrio de Oviedo que concentra cuatro asesinatos en los últimos doce años

Una maldición parece cebarse con la barriada, escenario de algunos crímenes con detalles de tal sadismo que indignaron al vecindario

Una trágica maldición parece perseguir a Vallobín, donde en los últimos doce años se han registrado, con el de ayer, cuatro truculentos asesinatos, a cual más sádico y cruel, que condujeron a esta barriada ovetense a la tinta más oscura de la crónica local de sucesos.

Cuando aún resuenan en la memoria del barrio los ecos del asesinato en diciembre de 2020 de una mujer de 87 años, asesinada a puñaladas por su hijo, un toxicómano de 54, en el número 21 de la calle Maximino Arboleya, los vecinos vivieron ayer una sobremesa terrible, al conocerse la muerte violenta de una menor, de 14 años de edad, en el edificio en el que vivía con su familia.

El historial de sucesos sangrientos en Vallobín se remonta, sin embargo, a la noche de San Juan de 2009, cuando cuatro jóvenes acabaron de forma macabra con la vida de una chica, María Luisa Blanco. “Quiero entregarme porque he matado a mi hermana. El cuerpo está en la nevera, y la cabeza, en el congelador. La descuarticé en la bañera, las herramientas están ahí, aunque ya lo he limpiado todo con lejía”, declaró Pablo Blanco, hermano de la víctima, a la Policía al ser detenido. Los hechos ocurrieron en el domicilio que ambos hermanos compartían con su madre, tres jóvenes realquilados y un bebé.

Una convivencia que empezó siendo normal, comenzó a enrarecerse a finales de 2008, cuando uno de los realquilados, Jesús Villabrille, apodado “El Duque”, se hizo con el control de la casa contando con Cristian Mesa como “brazo ejecutor”. Los dos jóvenes, instigados en ocasiones por la compañera sentimental de Mesa, comenzaron a hostigar a la familia Blanco. Primero obligaron a la madre, María del Rosario Blanco, y a María Luisa a darles sus tarjetas de crédito. Las dos mujeres, minusválidas, recibían dos pagas que sumaban 1.500 euros al mes. Comenzó así una historia de daños y agresiones que llevó a los tres miembros de la familia a huir de su casa y a presentar una denuncia en Comisaría, que fue retirada después para propiciar el retorno a casa de los Blanco. Las crueldades se recrudecieron a partir de entonces, llegándose a la tortura: los dos hermanos eran obligados a orinar en un vaso y beberse su propia orina. A María Luisa le obligaban a darse duchas frías y a hacer felaciones a su hermano. La chica intentó suicidarse.

La noche de San Juan de 2009 la obligaron a estar de pie a pesar de que una enfermedad no diagnosticada la mantenía en una silla de ruedas. Al caerse le dieron una ducha fría y volvieron a empezar. Cuando se caía contaban hasta cinco y la golpeaban en las piernas. Fue entonces cuando uno de ellos la estranguló mientras otro la usaba como saco de boxeo. Malherida, obligaron a la víctima a ingerir una botella de whisky, tras lo cual murió. Trataron de despedazar el cuerpo y dárselo de comer a los perros. La descuartizaron, metieron los restos en la nevera… hasta que el hermano confesó los hechos y los culpables fueron detenidos.

Vallobín sufrió un nuevo sobresalto en octubre de 2014, cuando un bebé de 21 meses, de nombre Imran, fue hallado muerto a golpes en el interior de una maleta tirada entre la maleza del apeadero de tren del barrio. Por tan cruel asesinato fueron juzgados y condenados la madre de la víctima, que contaba con 28 años de edad, y el hombre que era entonces su pareja, considerado por el ministerio fiscal como autor material de los hechos, ante la connivencia de la mujer, que no hizo nada por evitar las agresiones que causaron la muerte de una criatura que no llegaba a los 2 años.

El caso en cuestión compuso uno de los crímenes más brutales de la historia negra de Oviedo. El bebé falleció al menos tres días antes de que unos operarios lo encontraran dentro de la maleta abandonada. Según confirmó la autopsia, la pequeña víctima fue zarandeada, arrastrada y golpeada contra la pared o el suelo. Durante el juicio se sostuvo que el acusado llegó a propinar un fuerte puñetazo al niño en una pierna, lo que motivó una importante fractura. Acto seguido le colocó un trapo caliente sobre el muslo derecho, lo que le provocó una quemadura, otro detalle más del sadismo cruel con el que se empleó el principal encausado.

Muy cerca de la calle donde se produjo el asesinato de María Luisa Blanco se escribió el tercer capítulo de la crónica negra de Vallobín, en diciembre de 2020, en plena pandemia del covid. Un hombre de 54 años, toxicómano muy conocido por la Policía, asestó al menos dos puñaladas a su madre, una octogenaria con la que convivía. El ataque, mortal de necesidad, provocó heridas profundas en el pecho de la víctima, con hendiduras de más de treinta centímetros de profundidad.

Según reveló la investigación policial, la discusión entre madre e hijo que derivó en parricidio se produjo en el interior del domicilio familiar y pudo deberse a la necesidad del drogadicto de conseguir dinero para adquirir estupefacientes. El agresor, que después de matar a su madre se entregó a la Policía, la emprendió también a puñaladas con el perro de la familia. Cuando los agentes de la Policía Nacional acudieron a la vivienda, donde ya habían acudido en ocasiones precedentes por agresiones previas del hijo a la madre, se encontraron a la víctima tirada en el medio del salón. Durante más de media hora los equipos de emergencia intentaron reanimarla, sin éxito.

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