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Una multitud acompaña el vía crucis del Nazareno por las calles de Oviedo

El Señor de Oviedo, cargado a hombros por 40 braceros, lució su nueva túnica

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EN IMÁGENES: Así fue la procesión del Nazareno por las calles de Oviedo Irma Collín

Puntual, desde el pórtico de la iglesia de Santo Domingo, José Antonio Rodríguez, párroco y asesor espiritual de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, inició el rezo del Vía Crucis en la Semana Santa de Oviedo. Pocos minutos después de las ocho de la tarde, el Señor de Oviedo había atravesado la puerta en su trono, cargado a hombros por 40 braceros y luciendo su nueva túnica, de terciopelo morado, como la antigua, y con carbayones bordados en hilo dorado. Después de haber salvado las complicaciones de la salida, escalón incluido, el paso esperó en la plaza a que se completasen las dos primeras estaciones del Vía Crucis. Antes de echar a andar el párroco de los Dominicos dijo: “El camino de la Cruz es también el camino de la luz”. Él se refería a asuntos espirituales pero sus palabras también valen para describir la procesión.

A la llegada a la plaza del Ayuntamiento, después de pasar las estrechuras de la calle Magdalena y subir la cuesta de Marqués de Gastañaga, la noche ya se había echado encima y la procesión se iluminaba e iluminaba el Antiguo a su paso con las farolas de los cofrades ovetenses y las teas encendidas de sus hermanos de la Cofradía de la Redención de León. El Nazareno también estrenó ayer cruz procesional.

Desde El Ferrol viajaron los músicos de la Agrupación Musical Virgen de la Amargura, para acompañar el paso, y los soldados del destacamento de Cabo Noval flanquearon el trono del Nazareno durante todo el recorrido. Entre unos y otros, los cofrades más jóvenes, con sus farolas. El benjamín era Santiago de la Cal, con solo diez meses; Ramiro Taboada, con sus 102 años, fue el veterano. “¡Vámonos de frente al toque!”, ordenó el capataz, cuando el Señor de Oviedo emprendió su camino. De plaza en plaza y de estación en estación del Vía Crucis, el cura que dirigía la oración iba dejando sus lecciones evangelizadoras. “Hacer el Vía Crucis es hacer el camino de la Cruz de Jesús”, empezó y siguió conminando a todos los fieles a revisar “sus propios pasos”.

Sin lluvia –salvo algunas gotas que se quedaron en nada –, con buena temperatura y con la gente echada a la calle para empezar a disfrutar del puente festivo, la procesión del Nazareno hizo subir el tono de la Semana Santa ovetense. En la plaza de Santo Domingo, para presenciar su salida, no cabía un alfiler, en el entorno del Campillín las aceras estaban llenas y lo mismo a la entrada del casco histórico y en la plaza del Ayuntamiento, donde concurrieron devotos, viandantes, turistas y grupos de chavales recién llegados para participar en el torneo de fútbol Oviedo Cup. Los residentes del barrio de Santo Domingo, por el que transcurrió el primer tramo de la procesión, se volcaron con el Nazareno, que presume de ser “el vecino más antiguo de Oviedo”, asomados a ventanas y balcones y con banderas colgadas de las fachadas.

A las nueve en punto, cuando sonaban las campanas de San Isidoro, la procesión se detuvo ante el Ayuntamiento, para la tercera estación del Vía Crucis, la de la condena. De allí, ya sentenciado, el Nazareno siguió su camino hasta la Catedral y desde allí regresó al convento.

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