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El ovetense Ricardo Martínez celebra 100 años que le han dado para muchas vidas

Antiguo trabajador de LA NUEVA ESPAÑA y padre de 9 hijos, ya jubilado estudió en la Universidad, escribió versos y encontró un gran amor

Ricardo Martínez Cuartas, con sus nietos Ismael Martínez y Andrea Martínez y, a la derecha, su hijo Amador Martínez Lorenzo. | Miki López

Ricardo Martínez Cuartas se sentó ayer a la mesa, en Casa Conrado, con el ánimo dispuesto para celebrar su cumpleaños como a él le gusta. Le esperaba una buena comida, con su buen vino y un dulce final, regalos, buena compañía y mucho cariño. Los cien años que cumplía no le han hecho olvidar sus buenas costumbres y sus pequeños placeres, y le han dado para más de una vida.

Primero tuvo que salir a ganársela. Ovetense, de Ventanielles, donde aún reside, ahora en las inmediaciones del Palacio de los Deportes con uno de sus hijos, Amador Martínez Lorenzo, Ricardo Martínez empezó trabajando en la ferretería Lacazette y luego en La Llave. Como era espabilado, alguien lo reclutó para el almacén de LA NUEVA ESPAÑA, del que llegó a ser jefe. De madrugada salía a repartir los periódicos y los lunes, cuando el diario se tomaba el día, distribuía "La hoja del lunes". En casa tenía nueve bocas que alimentar. De los hijos que le nacieron de su matrimonio con Ángeles Lorenzo López ya ha dejado cuatro atrás. Le siguen acompañando y cuidando Amador, con el que comparte piso; María de los Ángeles (Cuca), Teodora (Teo), María del Carmen (Menchu) y José Antonio, además de cerca de casi una veintena de nietos y otros tantos bisnietos.

Ricardo Martínez se jubiló cuando LA NUEVA ESPAÑA cambio de propiedad, con mucho trabajo a las espaldas pero aún con muchas ganas de disfrutar de la vida. Se separó de su primera esposa y ya entrado en años encontró otro gran amor en la poeta Felisa Granda Martínez, La Santa Olaya. La conoció siendo secretario del Centro de Mayores de La Tenderina.

Por aquella época se matriculó en las clases para adultos de la Universidad de Oviedo y, también él, se animó a cultivar los versos. En Ventanielles y La Tenderina es bien conocido, pocos días deja de pasar por el estanco con su hijo Amador a recoger sus lecturas diarias, LA NUEVA ESPAÑA y el "Marca", y de sentarse en el bar un rato a disfrutar del ambiente y una copa de vino.

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