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Los árboles pintados de Concha García

La artista gijonesa presenta en la galería Arancha Osoro una exposición centrada en la naturaleza y que homenajea a Carlos Sierra

Concha García, con algunas de sus obras detrás, ayer, en la galería Arancha Osoro. Irma Collín

"La muestra puede interpretarla cada uno a su manera, es libre, pero podría definirla como un jardín de paz". Es así como la artista Concha García, presenta su última muestra "Árboles", una particular visión de la naturaleza y un homenaje a su compañero y amigo Carlos Sierra, pintor sierense del que García aprendió y a quien escuchaba con atención. "Me animaba mucho, venía a todas mis exposiciones y acabamos fraguando una buena amistad". La obra de Sierra, fallecido el pasado julio, fue de gran inspiración para la pintora, que lo recuerda con admiración. "Tenía la capacidad de ver arte en lo cotidiano, incluso en una alcantarilla había belleza para él. Se fijaba en los colores, en los detalles, fue muy enriquecedor compartir con él".

Árboles de tonos cobrizos, ocres, verdes y rojizos invaden las paredes de la galería Arancha Osoro, que desde ayer por la tarde y hasta el próximo 3 de diciembre podrán ser apreciados por todos los curiosos que quieran acercarse a la obra personal y realista de García. Alumna en su día del ovetense César Pola, continuó su camino en el mundo del arte de manera casi autodidacta. "Seguí formándome yo misma porque comprendí que no era buena la influencia de los pintores externos, sino que tienes que ser tú misma, es algo fundamental", indica la artista, quien recalca el valor de desarrollar una personalidad propia.

A sus 83 años, su última muestra es un paso más en un camino que empezó a recorrer a los 32, empujada por un gusto innato por la pintura. Sin embargo, su formación poco tiene que ver con el mundo de los pinceles y las galerías. "Estudié perito mercantil y lo único en lo que sacaba sobresalientes era en dibujo, porque era lo que me gustaba. No me interesaban las matemáticas, la contabilidad... Pero todo lo relacionado con el arte y la literatura, eso sí lo disfrutaba", confiesa García.

Una vez la responsabilidad familiar se lo permitió, comenzó a formarse en el mundo artístico, una andadura que arrancó en una casa particular con Pola de maestro. "Nos apuntamos una amiga y yo y nos dijo que buscásemos a diez personas para poder crear un grupo de alumnos. No sabes lo complicado que fue dar con ese número de personas", señala, la artista. Con los alumnos necesarios para avanzar, el proyecto creció hasta desembocar en un estudio por la zona de Salesas, momento en el que García decidió emprender su camino personal. "Me puse por mi cuenta, cogí un estudio porque, cuando empiezas a exponer y a ser más profesional, en una casa al uso no puedes tener tanta cosa", indica. Un estudio que la propia pintora se costeaba dando clases y que estuvo abierto hasta que empezó la pandemia. "Ahora estoy en una etapa en la que prefiero dedicar mi tiempo a pintar yo".

A lo largo de estos años, la pintura la ha llevado por distintas localidades asturianas y españolas, pero también por ciudades lejanas co mo Nueva York. Vivencias todas ellas inolvidables, de las que se queda con la buena acogida del público. "En Nueva York, la experiencia fue agridulce. Me hizo mucha ilusión, pero coincidió con un terremoto y no se podía salir a la calle, con lo cual, tenía una semana para exponer y tuvieron que cerrar la galería, así que fue un poco triste. Igualmente, vine contenta porque la exposición gustó. Solo pude mostrar mi obra el día de la inauguración, pero la gente se interesó mucho por ella".

Compaginar su pasión con la vida familiar no fue un impedimento para profundizar en una disciplina hace por diversión. "Conseguí titularme en arte por la Universidad Laboral de Gijón, algo nada fácil con tres niños, una casa...", cuenta orgullosa.

Paisajes bucólicos en los que la naturaleza es la protagonista forman el grueso de su producción, en la que no tiene favoritos. "Todas para mí valen los mismo. El esfuerzo que se hace para diferenciarse de los demás y que encima te guste y estés contenta con el resultado es lo más difícil. Hay que luchar por hacerse un hueco, por encontrar tu estilo, algo que, con el trabajo, va saliendo, no hay que buscarlo". Las décadas a sus espaldas entre caballetes y lienzos son para García un motor, una diversión para llenar el tiempo libre. "Seguiré pintando hasta la muerte porque es lo que me gusta. El resultado puede ser mejor o peor, eso da igual. Hay que experimentar para que no sea monótono, probar colores, estilos, porque si haces siempre lo mismo ya no es arte, sino artesanía".

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