Los últimos madrugones de "Anina" en el Antiguo: un negocio histórico cierra tras 39 años

La papelería San Antonio, comercio decano de su calle, baja la persiana: «Da pena porque no hay relevo»

Ana González con un ejemplar de LA NUEVA ESPAÑA en su tienda.

Ana González con un ejemplar de LA NUEVA ESPAÑA en su tienda. / L. B.

«Da pena porque no hay relevo, pero creo que yo ya he cumplido». Sin apear su amplia sonrisa de la cara, Ana González reconoce cierta tristeza cuando se acerca el momento de cerrar la etapa más importante de su vida. La titular de la papelería San Antonio, negocio decano de la calle homónima del Antiguo, dejará de subir la persiana a las 7.30 horas, como cada día, a partir del próximo jueves. González se jubila poniendo punto y final a casi cuatro décadas de madrugones iniciados en 1984, aunque su adiós no será definitivo. «No he encontrado relevo y seguiré abriendo unas horas por la mañana hasta liquidar todo», advierte la comerciante.

Aunque ya anunció su jubilación el pasado junio, el llamamiento a un nuevo emprendedor que coja su testigo no ha tenido éxito. «Tengo anuncios puestos, pero parece que no hay manera de que esto siga abierto», se resigna desde el mostrador con un ejemplar en la mano de LA NUEVA ESPAÑA, uno de sus productos más reclamados. «A saber cuántos miles y miles de periódicos vendí», comenta en voz alta al echar la vista atrás y hacer balance de 39 años cargados de trabajo y dedicación.

«Anina», como la conocen sus más fieles clientes, es la copistera de cabecera del barrio. Los alumnos del Conservatorio, los curas de la Casa Sacerdotal o el personal del Museo Arqueológico son solo algunos de sus muchos visitantes diarios para los que su retiro supondrá un antes y un después en el barrio.

Una licencia de viudedad permitió a su madre abrir el local en 1976, si bien Anina cogería las riendas solo ocho años después. «No he cerrado nunca, salvo el Día de Navidad aquí hemos estado como clavos a diario a las siete y media de la mañana», destaca de esta larga etapa de entera dedicación, que ahora le abre la puerta a un periodo de esparcimiento. «Quiero viajar y hacer cosas que hasta ahora no podía», indica esta emprendedora natural de Siero.

A pesar del inminente cierre, no pierde la esperanza de que la persiana del local se vuelva a subir y por ello sigue abierta a escuchar ofertas por su traspaso. «Ojalá apareciera alguien dispuesto a seguir con el negocio, sería una gran noticia, sobre todo por lo sentimental», asegura mientras cuenta los días para la despedida.

Quienes más sentirán su ausencia serán sus incondicionales compradores, los cuales, acostumbrados a verle abrir las puertas del negocio quedarán huérfanos el desde el 1 de diciembre de la copistera que madrugó «más días que el sol» sin fallo durante su larga trayectoria laboral.

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