Entrevista | Paco Azorín Director de escena de "La traviata", que se estrena el 9 de diciembre en el Campoamor

"Quería una Violetta muy, muy libre, y me inspiré en la escritora George Sand"

"No vamos a escandalizar nada; si uno piensa en los niños de 10 años mirando porno en el móvil, este le parecerá un montaje mojigato"

Paco Azorín, en el patio de butacas del Campoamor.

Paco Azorín, en el patio de butacas del Campoamor. / David Cabo

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

La Violetta a la que Paco Azorín (Yecla, Murcia; 1974) infunde vida sobre las tablas es una mujer libre, en todos los sentidos y sin límites, y dispuesta a pagar el precio de su libertad. Azorín regresa avalado por el éxito de su "María Moliner", la ópera española que en junio del año pasado clausuró el Festival de Teatro Lírico de Oviedo. Su larga y reputada experiencia y la buena acogida de su versión de "La traviata" en el Festival Castell de Perelada, la coproducción que se estrenará en el Campoamor el 9 de diciembre, son otra garantía para el espectador.

–Vuelve con otra mujer singular y un nuevo canto a la libertad.

–Sí, el de María Moliner a través de las palabras y el de Violetta a través de su propia vida y ejemplo, pero siempre un canto liberador. A esta "traviata" le ponemos el subtítulo de "Sempre libera", no porque canté el "Sempre libera", que lo canta, sino, sobre todo, porque la protagonista hace un ejercicio de libertad desde la primera frase a la última. Empieza diciendo que el amor tiene que ser hedonismo, y lo dice una mujer de hace siglo y medio. Habla del placer por el placer, de que el amor es el placer, que hay que dejarse llevar por el placer... Yo quería una mujer muy, muy libre y me inspiré en el personaje de George Sand, la escritora británica del siglo XIX, que se travestía de hombre y se iba a las fiestas de la alta sociedad parisina. No se disfrazaba, todo el mundo sabía que era una mujer, lo hacía simplemente para protestar por que no se dejara participar a las mujeres en las tertulias literarias, filosóficas… Un espíritu absolutamente libre el de George Sand. Por eso le dije al diseñador de vestuario, Ulises Mérida, que quería una Violetta con pantalones.

–El vestuario es sofisticado.

–Hemos hecho una apuesta en escena contemporánea. Contemporánea no significa provocadora o rompedora, no rompemos nada. Contemporánea significa que se dirige al público de hoy con su lenguaje. Violetta da una fiesta en su casa, intento entender qué fiesta sería esa hoy, quién sería Violetta hoy, y sería una chica que en su fiesta y en su casa va cómoda, no quiere artilugios, quiere disfrutar y para eso se viste con unos pantalones. Violetta hace un ejercicio de libertad con todo, permanentemente. Es ella quién decide cuándo inmolarse por Alfredo y eso me parece un acto de generosidad, de trascendencia y también de libertad.

–Le da una vuelta a la historia; "La traviata" significa literalmente una perdida, una mujer descarriada.

–Ese es el punto de vista de la sociedad de hace siglo y medio y del heteropatriarcado. No son las mujeres las que han dicho que Violetta es una perdida, han sido los hombres los que han dicho que es una mala mujer porque no sigue el paradigma que ellos imponen, porque ha decidido entregarse libre y libremente al amor. A mí no me gusta que digan que uno de los temas de "La traviata" es la prostitución, porque hacemos un flaco favor a todas aquellas prostitutas que hacen eso por obligación, por trata de blancas o por necesidad económica. Violetta no tiene necesidad económica ninguna, ni lo hace obligada, ella hace libremente lo que quiere y eso le confiere una dignidad inmensa.

–Pero lo paga caro.

–Es que la libertad se paga a precio de vida, y ella pone su vida.

–Ella domina la escena, el resto de los personajes gira a su alrededor. ¿Qué hay de Alfredo?

–Alfredo es esa persona que todavía cree ciegamente en el amor. El brindis de "La traviata" no es el de dos personas alzando unas copas y bebiendo, son dos filósofos hablando del amor y contraponiendo posturas completamente encontradas. Violetta lanza una teoría completamente hedonista, la vida es placer; Alfredo sostiene que en la vida lo más importante es el amor, que el amor lo puede todo, es la teoría neoplatónica. Es un choque de trenes, dos personalidades con una visión completamente contrapuesta del amor. Germán, el padre de Alfredo, el hipócrita, es la visualización máxima del heteropatriarcado. Yo creo que el público va a poder encontrar reflexiones contemporáneas…

–¿Por ejemplo?

–Cuando Alfredo en el acto segundo, cuadro segundo, tiene aquella famosa escena en la que le arroja el dinero y le dice: "Esto es lo que vales". Eso es una agresión en toda regla una mujer, poco más o menos que hoy la imagen de una lapidación o esos casos en los que un hombre arroja acido a una mujer… El público va a reconocer problemáticas contemporáneas que llevan a ciertas reflexiones, sobre la identidad y sobre la libertad: Violetta nos da a todos una lección de libertad absoluta.

–¿Cómo lleva eso a escena?

–Hay dos planos, uno es el plano real, una especie de sala de billares donde juegan, que son son camas donde la gente hace el amor…

–¿Va a escandalizar mucho?

–No, nada, nada. Yo creo que si comparamos esto con la realidad de la calle... Si uno piensa en los chavales de 10 años mirando porno en el móvil, este es un montaje mojigato. No vamos a escandalizar nada, por la sencilla razón de que hay un respeto absoluto a la obra original, particularmente a la música.

–Porque hay mucha expectación con "La traviata"…

–Es lógico, porque es uno de los grandísimos títulos del repertorio.

–Las entradas están agotadas.

–Es una maravilla. Y quien quiera venir a ver "La traviata" de toda la vida, la va a encontrar, lo que pasa es que hay más capas y distintas, quien quiera buscar referentes filosóficos, cinematográficos o literarios los va a encontrar. Yo soy un fanático Stanley Kubrick y hay referencias a su última película, "Eyes wide shut". También muy pictórica. En ese sentido es un montaje poliédrico. Uno puede bucear o hacer en una lectura superficial.

–Dar nueva vida a una música tan popular como la de "La traviata" es un reto.

–Es una obligación con los clásicos. Los clásicos los son porque permiten que cada generación los traiga a su terreno, a su momento, y precisamente por eso son universales, y son clásicos. Permiten hablar desde la época de origen a todas las contemporaneidades. Como artista yo lo vivo como una obligación.

–¿Quién sería hoy una "traviata"?

–Pues, podría ser... Amy Winehouse, o Paris Hilton. Esa gente que lo tiene todo y hace lo que le sale, se pasan las convenciones sociales por el arco del triunfo y hacen lo que realmente quieren. Son personajes que generan ambivalencia y controversia. De Amy la gente dirá: "Pobrecita, qué joven murió", pero si nosotros fuéramos capaces de tener el 1% de la libertad que ella tuvo… Yo particularmente creo que no la tendré en toda mi vida.

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