Augusto Monterroso en Oviedo: una biblioteca llena de moscas y estrellas

El fabuloso legado de 9.066 libros del autor guatemalteco, que la escritora ovetense Leticia Sánchez reivindica y explora en su nuevo trabajo, contiene las pistas de un viaje por lo mejor de la literatura universal

Leticia Sánchez, con un busto y un retrato múltiple de Monterroso, en su biblioteca personal, ubicada en el campus del Milán. |

Leticia Sánchez, con un busto y un retrato múltiple de Monterroso, en su biblioteca personal, ubicada en el campus del Milán. | / FERNANDO RODRÍGUEZ

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

Cuando leyó LA NUEVA ESPAÑA, Monterroso estaba allí. Fue el 18 de abril de 2008. Ese día, la escritora ovetense Leticia Sánchez leyó en la primera página de este periódico que había llegado a la biblioteca de la Universidad de Oviedo un cargamento con cinto toneladas de libros, la práctica totalidad de la biblioteca personal de Augusto "Tito" Monterroso (1921- 2003), el escritor nacido en Honduras, pero nacionalizado guatemalteco, considerado el gran maestro de la literatura breve. De hecho, el gran público identifica al premio "Príncipe" de las letras del año 2000 por un cuento de solo siete palabras: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí".

En la foto que mandaba en la portada de aquel día aparecía la viuda de Monterroso –la también escritora Bárbara Jacobs– flanqueda por el rector de entonces, Juan Vázquez, y la catedrática Marta Cureses, verdadera artífice de que el legado acabase en Oviedo. Aquella noticia fue la semilla de una búsqueda que no fructificó hasta siete años después, en 2015, cuando Leticia Sánchez hizo una inmersión de cuatro meses, "mañana y tarde", en los 9.066 volúmenes del legado. Libro a libro, página a página, fue recorriendo toda la biblioteca. Llenó muchos cuadernos de notas y siguió el rastro que Monterroso iba dejando en sus extensas y minuciosas lecturas, siempre con un lápiz corrector en la mano. Explica Sánchez que fue como ir siguiendo un mapa que conducía a un tesoro intelectual: alcanzar un conocimiento más profundo de la personalidad, del sentido y de la construcción de la obra de Monterroso.

Augusto Monterroso en Oviedo: una biblioteca llena de moscas y estrellas

Augusto Monterroso en Oviedo: una biblioteca llena de moscas y estrellas / F. R.

Toda esa investigación sale ahora publicada por la editorial asturiana Pez de Plata bajo el título "Fragmentos del mapa del tesoro. La biblioteca personal de Augusto Monterroso", donde Leticia Sánchez entra en "la sala de máquinas" de Monterroso, para "ser partícipe de sus obsesiones, sus costumbres y sus rarezas". El resultado es una guía de viajes literarios de la mano de Monterroso y el primer ensayo que publica esta escritora ovetense que debutó en 2004 con la novela "El precio del tiempo", premio "Tétrada Literaria" de novela corta; que luego ganó el IX Premio internacional de novela "Emilio Alarcos", el XVI Premio "Ateneo Joven de Sevilla" y el premio "Cubelles Noir". Su última novela es "Los detectives perdidos" (2003).

La biblioteca personal de Augusto Monterroso está repartida entre la Universidad de Princeton (Estados Unidos), el Museo del Estanquillo, en Ciudad de México, y la Universidad de Oviedo. No obstante, la inmensa mayoría está en Oviedo, en la biblioteca de Humanidades del campus del Milán. Allí puede visitarse de 9 a 12.30 horas y, por la tarde, de 16 a 19 horas. Los libros solo se pueden consultar in situ.

Fue la viuda del escritor, Bárbara Jacobs, quien decidió que la biblioteca de Monterroso viajase desde México en avión para quedarse en la capital asturiana. Una de las razones fue que Monterroso confesaba sentirse "cautivado" por el recibimiento que tuvo en Oviedo al recibir el premio "Príncipe" en 2000. No obstante, el escritor ya tenía querencia por Oviedo. Había estado antes en la capital asturiana, en 1990, muy probablemente atraído por la figura de Clarín. Monterroso dejó escrito que la lectura de "¡Adiós, Cordera!" fue "determinante para que me dedicara a este oficio". De aquella primera visita queda en su biblioteca un libro de cuentos de Clarín dedicado por el "preparador" de ese volumen, el catedrático José María Martínez Cachero (fallecido en 2010), por entonces el experto de referencia en la obra el autor de "La Regenta".

A la derecha, las ilustraciones originales de Claudio Isaac para «Lo  demás es silencio», una de las obras de Monterroso. | |  F. RODRÍGUEZ

Augusto Monterroso en Oviedo: una biblioteca llena de moscas y estrellas / F. R.

Ha pasado casi una década de aquella inmersión que Leticia Sánchez hizo en la biblioteca de Monterroso, pero con ayuda de uno de sus cuadernos va encontrando con rapidez alguna de las curiosidades que alberga este fondo bibliográfico, como los veleros que el escritor dibujaba en algunos de sus volúmenes a modo de exlibris. También, en casi todos los libros, se puede apreciar la acción continua de un lápiz minucioso con el que iba corrigiendo todas y cada una de las erratas que iban apareciendo, o subrayando, o destacando frases y párrafos preferidos. Para él, leer era corregir a fondo. Leticia Sánchez: "Hay que ser sumamente puntilloso para saber cuándo falta, o se altera una letra en Yoknapatawpha" (el territorio faulkneriano por excelencia).

Al anotar, Monterroso fue desarrollando un sistema propio de signos. Cuando algo le gustaba muchísimo, o él mismo aparecía mencionado en un texto, dibujaba una estrella de David. Y también aparecen estrellas cuando se citaba a las moscas. Monterroso escribió: "Hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas". Leticia Sánchez lo explica: "Al igual que la ballena en ‘Moby Dick’ o el cuervo de Poe (otros animales que han alegorizado el mal en la literatura), para Monterroso las moscas reflejan el movimiento del mal, que nunca se está quieto". La biblioteca de Monterroso es "un lugar plagado de estrellas y de moscas", resume Sánchez.

Sobre estas líneas, la escritora ovetense  Leticia Sánchez, con uno de los libros de dinosaurios de la biblioteca de Monterroso. A la derecha, una de las libretas de apuntes del guatemalteco. | |  F. RODRÍGUEZ

Augusto Monterroso en Oviedo: una biblioteca llena de moscas y estrellas / F. R.

El legado de Monterroso también está repleto de primeras ediciones con las dedicatorias de sus autores. "La biblioteca es, de alguna manera, una reunión de amigos", dice Sánchez. Allí está, por ejemplo, "El Coronel no tiene quien le escriba" firmado por García Márquez, que se lo dedica "a la augusta Bárbara y al bárbaro Tito, del amigo Gabriel". También firman dedicando sus libros, entre otros muchos, Gómez de la Serna, Bryce Echenique, Vila-Matas, Miguel Ángel Asturias, Padura, Mutis, Rulfo… "Estremece ver la letra de Juan Rulfo, tan preciada y escasa, cuando dejó de escribir tanto tiempo atrás, en la década de los 50", comenta Leticia Sánchez sobre la dedicatoria que aparece en una edición ilustrada de "Pedro Páramo" de 1980. En las estanterías también hay libros de dinosaurios, como el que protagoniza su afamado cuento. "Son cosas que le regalaban", indica Leticia Sánchez.

Y hay una dedicatoria falsa. Aparece un ejemplar gastadísimo del Quijote editado en México en 1941, "con unos lomos suaves como si fuera un gato largamente acariciado", describe Leticia Sánchez. A lápiz, alguien ha escrito: "Para Augusto con un abrazo de Miguel". La broma se apoyaba en la total devoción que Monterroso profesaba por la novela de Cervantes. En su biblioteca personal hay 44 ediciones diferentes de "El Quijote" y ninguna de ellas está subrayada. El segundo libro que más presente está es la "Divina Comedia", de la que hay doce ediciones distintas.

Augusto Monterroso en Oviedo: una biblioteca llena de moscas y estrellas

Augusto Monterroso en Oviedo: una biblioteca llena de moscas y estrellas / F. R.

Son dos obras que Monterroso leyó y releyó hasta conocerlas de memoria y donde su afán de corrector se detenía. El tercer autor prácticamente ubicuo en la biblioteca es Borges, explica la escritora ovetense mientras recorre las estanterías señalando un libro interesante tras otro. Leticia Sánchez subraya que Monterroso y Borges nunca llegaron a conocerse. Tal y como la escritora ovetense refiere en su libro, Bárbara Jacobs confesó que el guatemalteco admiraba mucho a Borges, pero que era "demasiado tímido" y nunca quiso conocerlo en persona. Le daba esquinazo en situaciones hasta cómicas. En una visita de Borges a México, las autoridades insistían a Monterroso: "Borges quiere verle". Y Monterroso respondía: "Borges querría ver cualquier cosa". En una ocasión, Monterroso y Jacobs coincidieron con Borges y Kodama en el aeropuerto y el autor guatemalteco se negó a ir a presentarse, pero sí fue a verlo de cerca escondiéndose detrás de una columna. Leticia explica la razón del esquinazo citando al propio Monterroso: "El conocimiento directo de los escritores es nocivo. En cuanto uno conoce personalmente a un escritor al que admira de lejos, deja de leer sus obras. Esto es automático".

En esta biblioteca, donde descansan los libros que marcaron y armaron la vida de Monterroso, Leticia Sánchez identifica el volumen que era el único que formaba el equipaje, además de un suéter, que el autor se pudo llevar en su primer exilio en México en 1944, escapando del Gobierno militar de Jorge Ubico, en 1944. Es una edición de los ensayos de Montaigne, en una traducción al español de Constantino Román y Salamero. Hay varias ediciones de esa obra, pero la única subrayada es el libro que acompañó a Monterroso su salida a México. En ese libro, entre otras muchas frases que destaca con su lápiz, aparece esta: "No somos hombres ni estamos ligados los unos a los otros más que por la palabra". Por la palabra y por las bibliotecas.

Suscríbete para seguir leyendo