Crítica
Crítica del estreno de la temporada de zarzuela en Oviedo: Dos obras de género chico para una velada inmensa
La temporada de zarzuela levantó el telón con dos obras llenas de aciertos y dejando al público con ganas de más
![Un momento de la representación de "Gran Vía".](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/6b9d7168-4dc5-4c2d-922b-f4332e221f0b_21-9-aspect-ratio_default_0_x756y804.jpg)
Un momento de la representación de "Gran Vía". / Alfonso Suárez
Ignacio García, director de escena, reconocía estos días lo difícil que era hacer «La Gran Vía». Y es que abrir la XXXI temporada de teatro lírico español de Oviedo con un título tan reconocido ante un público exigente como el ovetense no es tarea menor. A este título se le sumaba la menos conocida «Adiós a la Bohemia» de Pablo Sorozábal y Pío Baroja, conformando un tándem que mantuvo entusiasmado a un Campoamor hasta la bandera. A la labor de García se añadían Víctor Pablo Pérez en la dirección musical, Alejandro Contreras en Escenografía y video, Ana Ramos en vestuario y Juanjo Llorens en iluminación. El bullicio de la Gran Vía se recreó con una estética acorde al momento representado, con personajes transitando por la misma, incluida una jovencísima Pilar Tejero sobre patines, todo ello enmarcado por una proyección regalaba imágenes de cartelería de la Gran Vía.
Si algo caracteriza a esta zarzuela es su crítica al poder y a la política. Las relativas a la «yernocracia» y la corrupción permiten establecer con facilidad relaciones con el presente, y el jueves no faltaron las referencias a Díaz-Ayuso, con un recurrente «me gusta la fruta», a Errejón, a la amnistía o a la ministra de trabajo y su siempre mutante espacio político. Como colofón final, La Fuente, encarnada por Sandro Cordero, sacó a escena una bandera arcoíris rompiendo con la estética del resto de la representación, pero añadiendo una nota de diversidad.
![A la izquierda, uno de los momentos de la representación de «La Gran Vía». Borja Quiza y Vanessa Goikoetxea, en «Adiós a la Bohemia». | Alfonso Suárez](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/22d87042-f056-4fcd-b1c7-9ef39d932398_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
Borja Quiza y Vanessa Goikoetxea, en «Adiós a la Bohemia». | Alfonso Suárez / Alicia Pajón
El reparto supo estar a la altura de las circunstancias, con un Borja Quiza refinado, que hizo gala de su expresividad vocal como Caballero de Gracia, dotándolo de esa chulería que caracteriza al personaje. Asimismo, la soprano Vanessa Goikoetxea fue una Menegilda regulada y correcta, que supo acompasarse bien al resto del elenco. Sin embargo, fue Milagros Martín como Doña Virtudes quien más brilló en la primera parte, excelente contrapunto a Goikoetxea, que con desparpajo y la seguridad en escena que da la experiencia cosechó los mayores aplausos. No sucedió lo mismo con el trío de los Ratas, cuya jota se sintió un poco desajustada.
Cuando se volvió a subir el telón el tono el escenario se había convertido en un café lúgubre de posguerra, con tonos apagados que servía de perfecto emplazamiento para esta obra de tintes más melancólicos. Una escena que funcionó de manera orgánica, dejando espacio a la representación de un último adiós entre dos antiguos amantes que era, como dijo el propio protagonista, un adiós a la juventud. Fue aquí donde se lucieron Quiza y Goikoetxea. El primero, sabiendo presentar a Ramón, el pintor fracasado, en toda su dimensión, dramático y cierto, particularmente en la romanza el poeta pobre. Lo mismo es cierto para la soprano, quien consiguió arrancar sendos bravas con la romanza ¿recuerdas aquella tarde?. A la labor de los solistas se sumó el espléndido trabajo de la Capilla polifónica Ciudad de Oviedo, en particular con el delicado coro de mujeres, para el que las cantantes se dispusieron en torno a las butacas creando un efecto envolvente.
Finalmente, es de justicia aplaudir el trabajo de la Oviedo Filarmonía. Bajo la certera batuta de Víctor Pablo Pérez, quizás el más aplaudido de la noche. Su experiencia en el mundo de la lírica quedó patente con la actuación de una orquesta más que correcta, que supo cambiar de registro acompañando el tono de lo que sucedía sobre el foso. Excelentes también Marina Gurdzhiya y Mario Álvarez que se fundieron con el café de Adiós a la Bohemia regalándonos un delicado interludio musical.
Con todo, fue una velada para recordar, que deja a los aficionados a la lírica con ganas de más.
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