Ares y "Forma Antiqva" dan con la clave

Brillante recital del clavecinista vigués y el ensemble asturiano dentro de las Jornadas de Piano para conquistar al Auditorio

La actuación de Diego Ares, ayer, en el Auditorio.

La actuación de Diego Ares, ayer, en el Auditorio. / Irma Collín

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Oviedo pasó ayer de la oscuridad y las tinieblas más inquietantes a una radiante luminosidad. Si, al comenzar la tarde, las nubes descargaban una lluvia muy necesaria para dejar paso a los claros, e incluso a un tímido cielo azul, cuando ya oscurecía, "Forma Antiqva" (bajo la dirección de Aarón Zapico) y Diego Ares transitaron el mismo recorrido en el plano musical, de la mano de un programa atractivo titulado "Sturm und drang... und Licht".

En efecto, la quinta entrega de las "Jornadas de Piano Luis G. Iberni", organizadas por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, con la colaboración de LA NUEVA ESPAÑA, presentaba dos partes bien diferenciadas de gran interés conceptual. En la primera mitad, ese considerado precursor del Romanticismo artístico (Sturm und drang) sumió en cierta penumbra la sala sinfónica del Auditorio ovetense mediante la "Sinfonía en fa mayor" de Christoph Willibald Gluck, bien matizada en volumen e intensidad por la agrupación musical, y con la "Sinfonía en fa mayor" y el "Concierto para clave orquesta en fa menor" de Wilhelm Friedemann Bach. La primera de ellas aportó un gran dramatismo, acentuado por los abruptos silencios que la vertebran, mientras que la segunda, en la misma línea, evidenció el nivel interpretativo de Ares (en lo que era su puesta de largo en el auditorio ovetense) siempre con una pulsación pulcra y precisa. El gallego no escatimó en esfuerzos, regalando al término de la primera mitad, como propina, "un pequeño preludio".

Aarón Zapico, de espaldas, dirigiendo a «Forma Antiqva», ayer. | Irma Collín

Aarón Zapico, de espaldas, dirigiendo a «Forma Antiqva», ayer. | Irma Collín / Jonathan Mallada

La segunda parte daría paso a una luminosidad extraordinaria que disiparía cualquier tenebroso nubarrón. La "Sinfonía número 30 en do mayor" de Haydn cobró una gran solemnidad a manos de la agrupación dirigida por Zapico, siempre con una gestualidad intuitiva y sencilla de seguir que era correspondida por sus músicos, matizando cada una de las frases a través de la espléndida sonoridad que aportan las recreaciones historicistas del director langreano.

El "Concierto para clave y orquesta en re mayor" volvió a dejar un Ares pletórico. Sus cadenzas, inéditas hasta la fecha, y su dominio del clave convencieron a los melómanos ovetenses que despidieron al vigués entre numerosos aplausos. A modo de propina, ejecutó la "Sonata del movimiento continuo" del Padre Soler y, como deferencia a nuestra tierra, unas "Diferencias sobre la gaita", sellando dos horas de concierto.

Suscríbete para seguir leyendo