Entrevista | Ariel Abramovich Vihuelista, inaugura el Ciclo Primavera Barroca este miércoles, en el auditorio Príncipe Felipe

"La música no es antigua ni moderna, la música siempre ocurre en tiempo real"

"La interpretación es un trabajo multidisciplinar, hay que completar los espacios vacíos y hay margen para reescribirla"

El vihuelista argentino Ariel Abramovich.

El vihuelista argentino Ariel Abramovich. / Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Dos voces y una vihuela, un homenaje a Josquin Desprez, a sus contemporáneos españoles Morales y Peñalosa y el Musae Iovis que Gombert compuso a su muerte inauguran el XI Ciclo Primavera Barroca, el miércoles, 6 de marzo, en el Auditorio Príncipe Felipe. Los argentinos María Cristina Kiehr, Jonatan Alvarado y Ariel Abramovich, que conforman el ensemble "Armonía concertada", llegan con un programa que se anticipa en un siglo al periodo histórico al que está dedicado el festival, que coproducen la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo y el Centro Nacional de Difusión Musical. Ariel Abramovich (Buenos Aires, Argentina, 1976) es el vihuelista de la agrupación musical. A finales de los 90 dio en Oviedo uno de sus primeros conciertos como profesional, y lo recuerda con cariño. Ahora regresa prometiendo al público "algo único, interpretado de manera única" y que "Armonía concertada" ha llevado por más de 20 países.

–¿Cuál es su propuesta para la apertura de la Primavera Barroca de Oviedo?

–El del concierto es el programa de un disco que grabamos en el año 2021 por el quinto centenario de Desprez, que está considerado el padre de la música, con un repertorio importante, porque sienta los cánones de la polifonía del XVI, y con versiones, no a capella y corales, sino con un arreglo en cuerda pulsada y dos voces inspirado en los vihuelistas españoles, en una versión de cámara. Y con la voz de María Cristina Khier, que ha colaborado con grandes maestros de la música antigua, incluido Jordi Savall. Hemos querido acercarnos a la música de los vihuelistas españoles desde un lugar distinto, explorar lo que hacían ellos y adaptar la música vocal a distintas versiones.

–¿Existía una escuela española de vihuelistas en el renacimiento?

–Las partituras de los compositores españoles fueron editadas en Italia, todo el mundo sabía quién era Morales… Tenemos una idea de lo español en ese periodo muy local, pero tenía una fuerte influencia y la música era un ámbito muy cosmopolita. Hay obras de Narváez en ediciones en Francia y manuscritos británicos. Da la pauta de la dimensión que llegaba a alcanzar un músico, una dimensión que iba más allá de lo regional.

–¿Cómo llegó usted a ser vihuelista?

–Me pasó lo que a mucha gente, incluido a mi maestro. Entramos a la música de una manera hedónica. Yo vengo de una familia que escuchaba todo tipo de músicas, me entusiasmé con el rock y acabé estudiando guitarra clásica, uno de mis maestros ya estaba metido en la música antigua, en el laúd, y aquello fue un poco, ¿cómo decirlo?, amor a primera vista. Me atravesó de tal manera que supe que por ahí era.

–¿La música antigua conecta bien con el sentimiento y la sensibilidad contemporáneas?

–La música no es antigua ni moderna, la música siempre ocurre en tiempo real. Trabajamos con textos escritos en un tiempo histórico y los ponemos en significado en el tiempo actual, con los sonidos y los silencios de hoy. Es música que ocurre en el presente. Borges decía que había que aproximarse a la lectura desde el disfrute, el goce, y lo mismo con la música. La música no es algo que ponga barreras a priori, es un lenguaje y tiene muchas capas de comprensión, y se puede comprender más o menos. No por saber más disfrutarás más. Una de las cosas interesantes de las músicas históricas es que invita a una escucha activa, a estar ahí, conectado, a dejarse llevar, también a dejarse distraer. Hemos tenido gente que ha venido llorando al final de los conciertos.

–Sobre el escenario, ¿los intérpretes profesionales siempre mantienen el control, nunca se dejan llevar?

–Tenemos muy en cuenta que la prioridad no somos nosotros. Nosotros somos un vehículo, un medio por el que pasa la música. Tenemos que hacer ese trabajo técnico, la preparación pero, una vez que está hecho, nosotros no importamos, importa la música, la música que producimos nosotros y que se completa con la escucha del público.

–¿Por qué decidió ceñirse a un periodo histórico musical tan concreto?

–Es una música que me convoca mucho y me gusta, además solo eso me lleva una cantidad de horas de mi vida. Estoy abierto a otras músicas, también a las escritas por músicos contemporáneos para instrumentos antiguos, como John Paul Jones, de Led Zeppelin, o Sting. Es muy difícil hacer muchas cosas y hacerlas bien, o razonablemente bien. Y tiene que ver con la profundidad con la que queremos hacer algo y con esto ya hay para varias reencarnaciones.

–¿No le tienta la composición?

–Me hubiera gustado componer en otro género, tal vez. La interpretación es un trabajo multidisciplinar, no solo leer y tocar, hay que completar los espacios vacíos, no es tan limitante como se puede imaginar. La música renacentista es menos prescriptiva que otras y hay mucho margen para reescribirla.

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