Entrevista | Jesús Juan García Menéndez, "Chus Lennon" Hostelero

"El 80% de los que jugaron conmigo en Tocote murieron por las drogas"

"Mi padre era muy creyente y me metió por la religión hasta que, en vez de la luz, vi la oscuridad"

Jesús García Menéndez, "Chus Lennon", en la réplica de "The Cavern" que tiene en su bar de Lugones.

Jesús García Menéndez, "Chus Lennon", en la réplica de "The Cavern" que tiene en su bar de Lugones. / Irma Collín

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Del Tocote de Oviedo a descubir planetas inimaginados

Jesús Juan García Menéndez (Oviedo, 1959) resume sus dos nombres en el monosílabo "Chus" y sus dos apellidos en el del John de los Beatles, el grupo musical que más admira. Es electricista y la vida, a través del golf, lo llevó a la hostelería. Ahora tiene tres bares ("Lennon’s", "Yoko", "Imagine") en Lugones (Siero), adonde se mudó en 1992.

Se cuenta como alguien a quien la vida le ha ido descubriendo planetas que era incapaz de imaginar en su infancia del Tocote. Descubrió en Vigo el planeta Beatles y cuando cumplió 50 sintió que pisaba la Luna en de "The Cavern", el club de Liverpool donde debutó su grupo favorito. Más adelante estableció relaciones diplomáticas con ese planeta, organiza conciertos allí para beatlemanos asturianos y mantiene amistad con su dueño, Jon Keats. Quizá razone tanto su vida porque no acaba de creer algunas cosas que le han pasado.

Se casó dos veces y tiene 3 hijos, Alejandro (43), del primer matrimonio y Claudia (24) y Lucía, (20), del segundo. Tiene dos nietos. Habla de su mujer, Noelia, como el mayor éxito de su vida.

Está en la edad de la jubilación, pero no es el caso. Ha reemprendido el "Lennon’s" en otro local, con un escenario igualito al de "The Cavern", asegura, y pelea por sacarlo adelante.

–Nací en Oviedo, en la plazoleta de dentro del barrio de "Tocote", en 1959. Soy hijo único.

–¿A qué se dedicaban en su casa?

–Mi padre, Jesús, era dependiente en Calzados Begoña, en la calle Los Pozos, arreglaba y hacía televisores en casa, cobraba los recibos de "El Ocaso"… trabajaba como un cabrón. Mi madre, América, era ama de casa, pero como no daba para todo, limpiaba fuera. Muy al final hizo unas oposiciones y entró en la residencia sanitaria de Oviedo para preparar las comidas.

–¿Cómo era su padre?

–Tengo muy buenos recuerdos de infancia con él. Era muy religioso y me llevó por ese camino hasta que, en vez de la luz, vi la oscuridad. El trato fue bueno y ejerció de padre. Chocamos de adultos: veíamos la vida muy diferente.

–¿Cómo era su madre?

–Una buena mujer de Puentevega (Pravia) a la que liaban para que diera la cara por otros y llevara los palos. Pasaba de la religión. Era buenona, curranta y cariñosa. Cuando tenían tiempo libre sacaban el Seat 600 que compró mi padre de segunda mano y salíamos a Barro, a Llanes, a no sé dónde, con una cesta de mimbre y el camping gas a hacer una tortilla en un prao.

–¿Cómo era la vida en el Tocote?

–Mis padres acertaron en llevarme al Santo Ángel a los 3 años y a los Maristas a los 5, lo que me separó un poco del barrio. Tenía mis amigos, pero me separó. El 80% de los que jugaron conmigo en la calle cayeron antes de los 30, de los 40, por las drogas, que a todo el mundo le cogieron muy en pelota.

–¿Qué ideología notó en casa?

–Mi padre no tenía ideología, pero tengo que explicarlo: estaba tan implicado en la religión que había cosas que eran indiscutibles porque eran la palabra de Dios. Si, como decían las monedas, Franco era caudillo de España por la gracia de Dios, para mi padre eso ya era bueno. Acataba lo que decía la Iglesia sin pensar sobre ello por si era pecado. Pero no lo quería imponer a los demás.

–Primeros recuerdos.

–De los maristas. Con 8 años me dio clase el hermano Hermilo. S no sabías algo te cruzaba las piernas con la regla y por comer chicle te pedía que juntaras los dedos por la yema te daba un reglazo. Cuál sería nuestro miedo que no quitábamos la mano porque, si lo hacías, era peor. Me tengo meado en clase de miedo. Yo no era de los revoltosos. Tengo buenos recuerdos de los compañeros, de jugar a 20 balones 20 partidos diferentes.

–¿Y la enseñanza?

–En cultura general damos mil vueltas a los chavales de ahora. Yo era normalín del todo. Repetí tercero de Bachiller y el segundo año me quedaron dos en septiembre y me echaron del colegio. Para que fuera con menos peso me ofrecieron aprobarme una. Me preguntaron cuál, dije matemáticas y el director dijo: te aprobamos latín. Había un Buylla, guerrero, en mi misma situación y le aprobaron las 5 o 6 suspensas para que se fuera tranquilo.

–¿Por qué tropezó en tercero?

–Los 13 o 14 años, supongo.

–¿Cómo era a esa edad?

–Compraba discos de Fórmula V, de "Los diablos", de Karina, de Lorenzo Santamaría y llegaba de clase al mediodía, abría mi tocadiscos de libro y escuchaba.

–¿Primer disco de los "Beatles"?

–A los 12 o 13 años, en un viaje por el norte con mis padres. En el coche llevaba radiocasete de botones. En el Mercado de la Piedra de Vigo mi padre me dijo "compra un casete" y, no sé por qué, elegí un recopilatorio de los Beatles, de los que conocía "Ob-la-di Ob-la-da" y "Yellow submarine". Pasé de "Fin de semana" de "Los Diablos" a "I’m Down" o "Day tripper" y cambié de planeta. Poco después, por unos amigos, oía a la "Creedence".

–¿Dónde hizo 4º de bachiller?

–En el colegio de San Isidoro, otro planeta totalmente diferente. Salía de rezar el rosario para empezar en clase y pasé a que mi compañero se estuviera haciendo una paja en clase. Alucinaba. Aprobé, pero me castigaban todos los días por reírme.

–¿Por qué se reía tanto?

–Por el contraste con lo que conocía. Un compañero se levantaba antes de que acabara la clase para llegar a la salida de las dominicas a recoger a su novia. Cuando el profesor le decía que se lo iba a contar a su padre, él respondía: "entiendo su trabajo, pero entiéndame, yo voy a buscar a la novia". ¡Con 14 años!

–Acabó bachiller elemental.

–Y fui a maestría industrial en el instituto politécnico [hoy IES Doctor Fleming] donde me cogió la muerte de Franco, la transición, las huelgas, el otro lado del péndulo. Acabé Electricidad. Tengo muy buen recuerdo de las clases, profesor de barba, fumando, "dame un pitu". De los 60 del primer curso, acabamos 3.

–¿En la calle le iba bien?

–Tuve una pandilla de amigos del fútbol. Jugué desde los 12 a los 18 en el Astur, donde coincidí con Joaquín, el del Sporting, y en el Grujoan. Era interior derecho. Me gustaba mucho, no era un fenómeno, pero no perdí un entrenamiento y jugaba siempre.

–¿Y las chicas?

–Había guateques e íbamos a bailar al "Arizona", casi en la plaza de Castilla. Ligar era diferente. Tuve una moza a los 13 años, íbamos de la mano por el Campo San Francisco y era el puto amo, pero si venía gente te soltabas para que no te llamaran la atención. A los 17 conocí a Laura, mi primera mujer.

–¿Hizo la mili?

–Como me parecía una pérdida de tiempo la hice productiva de voluntario en la Cruz Roja de Oviedo. Eran más meses, pero en casa. Poco antes de incorporarme encontré trabajo de 8 a 3 en una fábrica de metal de armarios de baño en Ciudad Naranco. Me tocaba el destacamento de Pruvia, que era un día de mili y dos de permiso. Le conté lo que me pasaba al famoso teniente Julián, un militar jubilado del Milán que tenía en la Cruz Roja su castillín. Le dije que, si pedía que me destinaran a Oviedo y me daba permiso para llegar media hora tarde cada día, podría coger el trabajo, que me interesaba mucho. Me lo concedió. Qué buen paisano. Hacia la mili por la tarde y dormía en casa.

–¿De qué hizo la mili?

–De ambulanciero, con 19 años y 6 meses de carnet. Ayudé a mucha gente, me tocó ver cosas muy gordas y los partidos del Oviedo con la camilla. Estuvo bien.

–Se casó en 1980.

–A los 21. Al poco nació Alejandro.

–¿Cuándo su visión del mundo chocó con la de su padre?

– Cuando cortejaba íbamos los domingos a comer o cenar juntos y eso se volvió una faja. Cuento con una sonrisa que cuando fuimos de luna de miel a Marbella en el Ford Fiesta de mi padre, a los tres días los encontramos por la calle. No habían aguantado dejarnos solos esos días. Íbamos con ellos a comer y a cenar y nos daban un beso a la puerta del hotel.

–¿Qué tal de casado?

–Duró 9 años. Siempre es traumático, pero creo que nos separamos bien. Nunca fui picaflores, pero conocí a Noelia. A los dos meses se lo conté a mi mujer para que no estuviera en boca de nadie, le dije que me lo había planteado y que me iba, que era buena madre, que mejor que el crío quedara con ella, que le dejaba todo lo que teníamos y que no quería problemas para ver al niño.

–¿Cómo conoció a Noelia?

–Eloy, amigo desde los 5 años en el Auseva, era guardia de seguridad en Salesas y un compañero suyo, que se casaba por segunda o tercera vez, celebraba su despedida de soltero. Fuimos cinco chavales y cinco moces a cenar a "La Cabaña" y a bailar a "Estilo". Bailar y punto. Era víspera de Nochebuena. Ella tenía 17 años y yo 30. Volvimos a vernos. Todo el mundo me decía "¿qué ves en ella?, si no habla". Se me abrió otro mundo.

–¿Qué cambio?

–Con 24 años pasaba los domingos en la cocina de casa, oyendo a José María García radiar los partidos y con la quiniela y en zapatillas. Era muy estable, pero yo tenía inquietudes, me apetecía poner una tienda de iluminación y no recibía apoyo.

–¿Cómo avanzó su relación con Noelia

–En marzo cumplió 18 años y fuimos a vivir juntos. Los primeros dos mes comíamos un sandwich vegetal y una coca-cola , al día, en el "Crayón", un burguer detrás de la iglesia de San Juan. Ella trabajaba de panadera en "La tahona" y le abrí una tienda de iluminación donde la fuente de las palomas y la llené de mercancía.

–Usted seguía en la fábrica.

–Estuve 24 años, de 8 a 3, pero desde el primer día con Noelia, busqué trabajo en los anuncios de LA NUEVA ESPAÑA y, luego, puse uno: "se ofrece electricista, instalaciones a domicilio, presupuestos sin compromiso". Saqué carné de instalador y me di de alta de autónomo. Llevé el mantenimiento de la Ford de Oviedo, de la ONCE... Noelia le echó güevos en la tienda -que duró 9 años- y se encargó de coger mis avisos y de organizarme el trabajo para cuando saliera de la fábrica.

–¿Tiene buena relación con su hijo?

–La infancia fue maravillosa. A los 18, vio la vida de otra manera y nos distanciamos. Al año de separarme, Alex cogió tan buen rollo con mi mujer que quiso venir a vivir con nosotros. Lo hablamos con su madre y así fue. Vivíamos en un estudio de una habitación. Noelia, 18 años; Alex 10. Me volvían loco. Eran dos críos jugando a pegarse almohadazos.

–¿Cómo llegó a la hostelería?

–Dejé la fábrica cuando no podía compaginarlo todo. Empecé a jugar al golf los domingos por la mañana en La Morgal. Mi hijo tendría 12 años, se emperró en que lo llevara y jugábamos los dos. Un día me vino diciendo que en la Fresneda había un campo de golf nuevo, que querían poner un bar y que le dio por decir que igual a su padre le interesaba.

–Lo hizo.

–Sí. Hicimos una especie de contrato en precario y me dejaron edificar un bar de madera. El primer café de cafetera que hice en mi vida fue el día anterior, en la cafetería donde parábamos al salir del trabajo. Fue otra época preciosa

–¿Cuánto duró?

–Casi 15 años. Todo nuevo, familias con críos pequeños, escuela de golf… Viajamos mucho a jugar. Fui mejor golfista que futbolista.

–¿Por qué acabó?

–Cuando abrimos había 6 campos de golf en Asturias; a última hora, 18. La empresa que llevaba la adjudicación no miraba bien por ello y nosotros no teníamos más que aquello, así que empezamos a buscar y vimos un local en la calle peatonal de Lugones. Hicimos el "Lennon’s". Los de la concesión del campo pidieron un cambio en las condiciones, no acepté y me dijeron "es lo que hay".

–¿Qué hizo?

–Yo había vuelto a jugar al fútbol en un equipo de la Felguera y les ofrecí: "si lleváis un camión a La Fresneda desmontáis el bar y lo usáis para el club. Así hicieron.

–¿Por qué "Lennon’s"?

–En mi 50 cumpleaños, por sorpresa, mi mujer sacó los billetes para que conociera el "Cavern Club" de Liverpool, donde tocaron los Beatles por primera vez, algo que ni había soñado. Flipado, a pie de escenario, le pedí a un músico permiso para que Noelia me sacara una foto en el escenario y me dijo: "Os hago la foto a los dos en el escenario". Al volver abrimos el "Lennon’s" y le hice un escenario como el de "The Cavern" para decorar, pensando en poner alguna mesa, pero probé a traer un grupo a tocar, quedó muy guapo, a las dos semanas, otro. Actuaciones a las ocho y media de la tarde, los vecinos no se quejaron… Desde 2011 hasta ahora, menos los dos años que estuvimos parados por un siniestro, se actúa todas las semanas. Viene gente de toda Asturias.

–¿Qué siniestro tuvieron?

–Una filtración de una terraza de la comunidad fue acumulando agua en la insonorización y acabó cayendo todo, afortunadamente cuando estaba cerrado.

–¿Cuándo tuvieron sus hijas?

–Claudia tiene 24 y Lucía, 20. Trabajan con nosotros.

–¿Fue un padre presente?

–Sí, perdí tiempo de estar con ellas, pero tienen una edad, su pareja cada una, y piensan todo el año en los 15 días que vamos a Tenerife. Algo hicimos bien.

–¿Tiene nietos?

–Dos, de Alejandro. No los veo. Tengo la conciencia tranquila, pero igual pude haber hecho otras cosas de otra manera. Es una pena.

–Tiene relaciones con el "Cavern" de Liverpool.

–Barriendo el "Lennon’s" después de un concierto guapo, pensé que me gustaría hacer una fiesta con actuación en el "Cavern". Busqué en internet, encontré un nombre y durante mes y medio pensé en el correo electrónico que quería enviar explicando que tenía un bar en un pueblín del norte de España, que me gustaban los Beatles y que sería un sueño hacer algo allí. Titulé el mensaje "Hope to be there", esperanza de estar ahí. Al día siguiente me contestó el dueño: "Hola, Chus. No parece una mala idea". Quería saber más. Le pedí fecha para ir a Liverpool y conocernos. Al día siguiente me llegó el mensaje "24 de marzo, 2 de la tarde, Cavern Club" Casi salgo corriendo.

–Se plantó allí.

–Con Maite, mi profesora de inglés, como me recomendó mi mujer, para no perder detalle de la conversación. El dueño, Jon Keats, era muy cercano y nos entendimos. Habló de qué precio le poníamos a la entrada para el concierto y le respondí "no me está entendiendo nada: vengo a preguntarte cuánto cuesta. Vivo de poner cafés y cervezas y esto es un sueño impensable. Con estar aquí, estoy cumplido. Me basta con saber si lo puedo cubrir". Hicimos un trato y una amistad de la hostia.

–En mayo de 2015 hizo el viaje.

–Avión, autocares, hotel Marriot. Me di cuenta de lo que estaba haciendo cuando llegamos a la recepción del hotel, me presenté, miré para atrás y vi a 67 personas detrás de mí con la maleta, mirándome. ¿Y si ahora algo sale mal? Todo salió muy bien.

–Dos meses antes había vuelto a ver a Jon,

–Los grupos iban gratis. Una banda se vino arriba y su líder me dio una semana para sacar dinero para ellos o no iban. Le dije no iba a hacer nada esa semana y que no venían. Llevé un disgusto, pero me tenía que dar a valer. Fui a ver a Jon para contárselo. Lo entendió y me dio una alternativa.

–¿Cuál?

–Iba a asistir y a mitad del concierto haría un especial de Lennon de 40 minutos que cerraría con "Imagine" y la íbamos a tocar él y yo. Le dije que no tenía idea de música. "Aprende esa canción y no se lo digas a nadie", contestó. Al llegar a Lugones me matriculé en dos academias e iba a escondidas de mi mujer. El día del concierto presenté a Keats, actuó, me sacó a tocar y dimos un "Imagine" muy guapo. Eso marcó mi vida. Jon y yo nos vemos varias veces al año y ya tocamos cuatro canciones. Mi mujer puso "Imagine" a nuestro segundo bar hace 8 años. Abrimos "Yoko" en diciembre de 2022.

–¿Qué hizo en la pandemia?

–Estar en casa y pasarlas canutas. Siempre vivimos al día, sin ahorros.

–¿Qué tal cree que le trató la vida?

–Tengo un huevo de problemas alguno económico importante que le está costando la salud a mi mujer, pero soy optimista y feliz.

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