Opinión

La reina adolescente en la plaza de España de Oviedo

El busto de Isabel II en la Delegación de Defensa en Asturias, al detalle

El busto de Isabel II, ya restaurado, de la Delegación de Defensa de Oviedo.

El busto de Isabel II, ya restaurado, de la Delegación de Defensa de Oviedo. / LNE

Isaac Cuello Rey es Doctorando de Historia del Arte

Juan Carlos García Palacio es Sargento Primero del Ejército del Aire Reservista Voluntario

Al acceder al edificio de la Delegación de Defensa en el Principado de Asturias, en la ovetense plaza de España, el visitante se encuentra un notable vestíbulo de doble altura, flanqueado por dieciséis de las veinticuatro magníficas vidrieras diseñadas por Paulino Vicente "el Mozo" en los años cincuenta del siglo pasado. Y, al fondo, la escalera de honor junto a la que se encuentra un busto de la reina Isabel II.

Reina de España entre 1833 y 1868, viviría la transición del absolutismo al liberalismo, siendo la protagonista de un reinado convulso que finalizaría en el año 1868 con la revolución septembrina denominada "la Gloriosa". Sin duda alguna, la monarca de los "tristes destinos", pero a la que el tiempo supo reconciliar con las percepciones del presente materializando su presencia en un retrato de metal que perduraría en varias instituciones y entidades.

El busto al que hacemos alusión fue concebido como uno de los retratos oficiales de la reina, que "a pesar de su juventud, diecisiete años, se nos muestra en toda su regia nobleza y dignidad". De este modo, Roberto Suárez Menéndez nos ofrece la siguiente descripción: "El busto representa a la reina Isabel joven vestida con elegancia, amplio escote y soberbio manto ricamente decorado con cordoncillos, motivos vegetales y estrellas. Lleva una banda sobre el pecho sujeta al hombro derecho por un rico broche. Luce un sencillo peinado adornado con una diadema, muy al gusto de la época, que con raya al medio y rodeando la cara se recoge en coletillas que luego forman un gracioso moño sobre la nuca. A pesar de la firmeza de la mirada, una palpitación de humanidad anima el rostro de la reina adolescente".

Se atribuye la autoría a dos artistas, Francisco Pérez del Valle y Francisco Elías Vallejo, con muchos puntos de unión: ambos fueron escultores de cámara de la reina Isabel, formados en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el segundo discípulo del primero. Es indudable el conocimiento mutuo y la relación existente entre ellos. Sin embargo, un análisis en profundidad de las fuentes es determinante en la conclusión: el busto es obra de Pérez del Valle.

Según consta en el Archivo General de Palacio, los trámites para su ejecución dieron comienzo el día 20 de octubre de 1846, tan solo diez días después de haber contraído matrimonio con su primo carnal Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz. Se trataba de un encargo particular de la monarca destinado a ser su retrato oficial, que incluía además un busto del rey consorte.

Sin embargo, la creación de las reales efigies no dejaría de estar salpicada de las exigencias y contratiempos que solo una obra de tamaña relevancia podía generar. Sabemos que los monarcas se dirigieron en visita regia al taller de Pérez del Valle para la elección personal de los bloques de mármol de Carrara en los que habían de esculpirse los bustos; que los monarcas posaron al natural para la elaboración de los modelos; que en el cincelado, Pérez del Valle tuvo que esquivar unas malogradas betas surgidas de improviso en el bloque marmóreo; o que los cambios en la fisonomía de la reina durante sus estancias fuera de la Corte, forzaron a su regreso ciertas modificaciones en sus rasgos faciales. Fue el 17 de julio de 1847, cuando Pérez del Valle se dirigió al Palacio Real de Madrid con los bustos de mármol a efectos de hacer su entrega a la Corte, quedando ubicados en la denominada "Antesala del Rey" en el Palacio Real, donde aún pueden contemplarse hoy en día.

Sin embargo, Pérez del Valle realizaría, además de los bustos en mármol, otros dos de iguales dimensiones en yeso, que irían destinados a la Real Fábrica de Armas de Trubia, donde se encontraba desde el 30 de marzo de 1946 el denominado Taller de Molderías, un espacio contiguo a los hornos altos, cuya primera fusión se había realizado en presencia del director de la Real Fábrica, de los señores ministros Pidal y Mon y del marqués de Camposagrado.

En cuanto a lo que respecta a la cifra de vaciados existentes de esta obra, se han barajado diversas cifras. En ese sentido, no podemos ni queremos entrar en especulaciones respecto a lo que no se conoce. Sin embargo, la contabilidad que puede ofrecerse a fecha de este artículo es la de un total de ocho. En concreto los localizados en: la Delegación de Defensa en el Principado de Asturias, procedente de la Fábrica de Armas de La Vega, desde donde se trasladó junto con su pedestal; el hotel de la Reconquista (Oviedo) donde actualmente se expone una réplica de la réplica original, que permanece guardada debido a su estado; el conservado en el patio de Isabel II del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo; en el museo de las Minas de Arnao en Castrillón; en el Museo del Ejército, en el Alcázar de Toledo; en el Museo Histórico del Ejército en Sevilla y otra en hierro colado y bronceado en lugar desconocido por haberse entregado el 15 de enero de 1856 en una rifa benéfica de la Real Asociación de Beneficencia Domiciliaria de Madrid.

Ahondando en el ejemplar que ha motivado este artículo que se presenta (el que nos recibe en la Delegación), podemos decir que hoy en día está incompleto, ya que le falta Cruz de la Real Orden de la reina María Luisa, que remataba la banda con la que se representó a la monarca. En su lugar se puede apreciar una marca que deja patente que fue arrancada o desprendida, dejando en el expolio un orificio que, por su forma, muchas personas han llegado a atribuir a un impacto de bala, pero que al ser comparado con el busto propiedad de la Universidad de Oviedo, en el que también puede apreciarse esta anomalía, probablemente resultado del haber sido arrastrado por las calles de Oviedo durante la revolución de 1868. Tal y como nos narran algunas fuentes, podemos comprobar que no fue así. La explicación sería que, dadas las exigencias de la técnica de fundición, y para que todos los detalles y relieves quedasen debidamente definidos, el busto y la condecoración fueron realizados en moldes diferentes y posteriormente unidos entre sí mediante el citado orificio. Detalles que caracterizaron la alta calidad de las piezas artísticas que se confeccionaron en la Real Fábrica de Armas de Trubia.

Este ejemplar, fundido en hierro y cincelado en los detalles, muestra en la base, por la parte de atrás una plaquita que nos informa de su procedencia: Real Fábrica de Armas de Trubia. Su pedestal pétreo exento continúa permitiendo su contemplación en un giro de 360 grados, y gracias a una descripción recogida en una publicación del Memorial de Artillería escrita por el comandante de Artillería Eduardo de Oliver-Copóns en 1900 podemos recuperar la totalidad de las inscripciones que con nitidez se podían leer en su día y que hoy en algunas caras de la citada base son apenas legibles: "Dispuesta la fundación por R. O. de 10 de diciembre de 1855", "Se inauguraron los trabajos de armería el 10 de junio de 1857", "SS. MM. se dignaron visitar esta Fábrica de Armas el 4 de agosto de 1858", "Siendo Director general de Artillería el Excmo. Sr. Teniente General D. Francisco Serrano y Domínguez".

En 2022, el busto fue objeto de una restauración llevada a cabo por Laura Aylagas en el taller de conservación y restauración Arcadia para quitarle el óxido y detener la corrosión producto de más de un siglo a la intemperie, puesto que se encontraba ubicado frente a la capilla de la Fábrica de Armas de la Vega.

A pesar de todo, hoy en día esta serie de bustos se encuentra sumida en una constelación de incógnitas que necesitan ser despejadas, por lo que con ese propósito los autores de este artículo nos encontramos realizando una investigación minuciosa.

El molde, las fundiciones en varios lugares con materiales diversos, la atribución a dos artistas, la datación confusa, los acabados y deterioros que suscitan diversas interpretaciones. Todo ello deja abierta la especulación sobre el número de reproducciones existentes. De esto y con la, hasta ahora, novedosa consulta de la prensa de la época y las revelaciones que aportan los análisis e interpretaciones de fuentes no del todo exploradas, se dará cuenta en el estudio del que este artículo quiere ser anticipo de conclusiones.

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