La tercera vida de la Casa Rosa de Oviedo: el chalé modernista de Prao Picón renace como espacio multiusos
El inmueble ya ha servido para rodar un videoclip de Maximiliano Calvo
En diciembre de 1997, fallecido ya su hermano Pepe, la profesora de Lengua Mary Pérez Montero había cerrado ya la casa que su padre ideó cuando llegó a Oviedo, en 1932. Ella ya se había mudado a un piso en la calle Uría y anunciaba, en las páginas de este periódico, su voluntad de que el llamativo chalé de Prao Picón tuviera una nueva vida. "La armonía y la belleza de la casa deberían ser para un nivel cultural, para unas clases que sean capaces de apreciarla, grupos que promuevan la cultura y la felicidad al resto de la población", contaba con palabras hoy un poco chocantes. Aquella voluntad de Mary Montero de donar la Casa Rosa hizo que pasara durante unos años, desde 2002, a la Fundación Cauce, vinculada al Opus y dedicada a ayudar a familias sin recursos. Ellos, después, la pusieron en alquiler y ahora, casi como en un eco de aquellas palabras de la que fue su última propietaria y residente, un grupo de jóvenes empresarios ovetenses vinculados a la industria del entretenimiento y de la cultura han iniciado su rehabilitación para convertirla en un espacio de usos múltiples, diurnos y artísticos.
Daniel Armas, director de LP Producciones y Vallina Eventos, reconoce que la Casa Rosa se la encontró un poco por casualidad y sin un "bussiness plan" en la cabeza, pero que se lanzó a la piscina al ver la oportunidad y ese Belvedere ovetense que es, contemplada desde su interior, la construcción. Su grupo se dedica a los festivales, al montaje de escenarios, y desde 2020 idearon también la marca Playa Madre de chiringuito permanente, que han ido exportando por todo el país. En ese contexto de expansión, alguna web inmobiliaria de anuncios les puso la Casa Rosa como miel en los labios.
Muchos años antes de todo este nuevo renacer del chalé, en los terrenos de lo que había sido el cementerio de San Cipriano, cuyos restos todavía se pueden rastrear en el límite entre los jardines de La Rodriga y el Seminario, el indiano Manuel Cuesta llegó desde Chile, compró terrenos e ideó parcelar y vender unos terrenos a la manera de las colonias que se estilaban en América. De esa forma, el prao del Picón se convirtió en Montealegre. Allí, el pintor extremeño José Pérez Jiménez (Segura de León, Badajoz, 1887), destinado en la Escuela de Arte de Oviedo, encontró facilidades para establecerse y levantar una construcción donde quiso recrear una parte de su Sur en este Norte tan lejano. Le ayudó en el proyecto el arquitecto Francisco Pérez del Pulgar, que venía de firmar en Talavera de la Reina otras edificaciones de ensoñación modernista. Entre los dos levantaron una casa fantabulosa, llena de arabescos, arcos de herradura, almenas, terrazas y una jardinería llena de azulejos y flora hispalense.
La Casa Rosa sufrió daños en la Guerra Civil, se reconstruyó en 1944 y se le añadió un piso más. Los hijos de los dueños, el especialista en Derecho Internacional Pepe Pérez Montero y su hermana María, profesora de Lengua en el Alfonso II y en la Escuela Normal de Magisterio, habitaron el chalé hasta casi el final de sus vidas. Y así, la Casa Rosa, como una ensoñación modernista encaramada al Prao Picón, reafirmando ese carácter de Costa Este que tiene toda la zona del Seminario, como si uno estuviera en la mismísima San Francisco, se convirtió en el mirador secreto de Oviedo.
Ahora, Dani Armas y su gente han empezado a recuperar la casa con calma. La arquitecta que dirige los trabajos es su hermana, Claudia Armas, guiada por una voluntad de intervención de mínimos y ofrecer un "lienzo en blanco". Ese temor a intervenir en un espacio en su día tan abigarrado y arquitectónicamente tan definido deja ver una casa de planta reducida, dominada por la escalera central de caracol y asomada a sus jardines, una de las grandes bazas de la propiedad. Hay un pozo, un estanque, varias palmeras y una serie de frutales que se salvarán. Los nuevos dueños quieren poner un aislamiento acústico y explican que una de las cuestiones que tienen muy presentes es que los nuevos usos de la Casa Rosa serán diurnos. No habrá grandes fiestas nocturnas. En cambio, las licencias que ya tienen incluyen en la planta baja y nada más entrar un espacio de cafetería que funcionará durante todo el día. Más allá, el resto de los salones se ofrecen como lugares donde realizar presentaciones de discos, libros, conferencias, espectáculos de cocina en vivo, con lugares especialmente pensados en la planta baja para que los cocineros puedan sacar a punto sus creaciones.
A la falta de ese plan de negocio previo que no les hizo falta para hacerse con la propiedad, tampoco quieren sumar ahora más cargas. La idea es que a lo largo del año la Casa Rosa se vaya abriendo al público y que sea este el que defina los nuevos usos. Ya han adelantado algunos. Aquí Maximiliano Calvo rodó hace casi un año el videoclip de su canción "Cuando canta el gallo", grabado por Felipe Maqui para Universal. Son ese tipo de sesiones de vídeo, de fotos, encuentros con el público, actos pequeños y coquetos los que Dani Armas quiere fomentar en lo alto de esta fantasía que es la Casa Rosa. Y que los vecinos sean los estudiantes que cursan Magisterio o los mires.
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