Mena y Mouriz, homenaje con la OSPA

Notable recital en el programa "La bella molinera" de la sinfónica asturiana, marcado por la programación de música española

La OSPA, durante el concierto de ayer en el Auditorio. | Luisma Murias

La OSPA, durante el concierto de ayer en el Auditorio. | Luisma Murias

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Con un brillante concierto, dedicado fundamentalmente a la música española, se saldó la penúltima cita de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). La velada musical, patrocinada por LA NUEVA ESPAÑA, contaba además con el aliciente vocal de la mezzosoprano Clara Mouriz aunque el público no correspondió a las expectativas: sin duda, el concierto de bandas militares, los cortes de tráfico y la llegada del buen tiempo, propiciaron una asistencia escasa a esta cita con la sinfónica asturiana.

La "Rapsodia española" de Ravel abría el recital con el color que caracteriza a las obras al compositor francés y que la OSPA, bajo la batuta de Juanjo Mena, supo plasmar con mucha solvencia, realizando un buen trabajo en el tratamiento del volumen y la tímbrica.

Las "Cinco canciones negras" de Montsalvatge presentaron sobre las tablas del auditorio Príncipe Felipe a la mezzo española Clara Mouriz. Si bien la orquesta no renunció –en algunas de las piezas– a un sonido poderoso –exigiendo demasiado a Mouriz–, la mezzo supo jugar con sus múltilples cualidades vocales, empleando los registros de pecho y cabeza a su antojo y desplegando un gran lirismo en los pasajes melodiosos.

La segunda parte del concierto, tras la pausa, estaba dedicada íntegramente a Manuel de Falla. "Vivan los que ríen", de "La vida breve", dejaría una rotundidad vocal por parte de Mouriz, haciendo uso del vibrato evidenciando una notable expresividad.

Para finalizar la velada musical, "El sombrero de tres picos", una obra que Mena y la mezzo conocen bien y que se percibió en la ejecución de esta pieza que daba nombre al concierto –"La bella molinera"–. La OSPA rindió a un nivel espléndido, con las secciones mostrando todo su talento y un equilibrio muy interesante que se tradujo en una ejecución muy aseada. La cuerda, homogénea, se sumó unas maderas sobresalientes, cálidas y bien timbradas, y a unos robustos metales de emisión directa.

Todos ellos estuvieron comandados con mucho acierto por Mena, controlando cada fraseo y dinámica para regalar hora y media de excelente velada musical que los melómanos ovetenses agradecieron con numerosos aplausos.