Calor y humor en la salida: "¿Aquí no llovía siempre?"

Los militares estuvieron horas preparándose antes de iniciar el recorrido

"Lo importante es desfilar con orgullo y cariño", dicen

El capitán Cristóbal Villarreal (a la derecha), con el cabo Adrián Borrego y junto al caballo «Rejón».

El capitán Cristóbal Villarreal (a la derecha), con el cabo Adrián Borrego y junto al caballo «Rejón». / Mario Canteli

Los militares están entrenados para no ponerse nerviosos incluso en situaciones en las que está en riesgo su vida, pero la mayoría de los que tomaron parte ayer en el desfile de Oviedo reconocen que un acto de este calibre siempre atrae a ese "gusanillo" que se instala en el estómago antes de los acontecimientos importantes. "Cuando pasas por delante de tanta gente que reconoce tu trabajo y sabes que los Reyes están también entre ellos se te ponen los pelos de punta", explica media hora antes de arrancar el acto Yago Sebastián, soldado del Regimiento de Artillería Antiaérea número 73, de la base "General Almirante" de Marines (Valencia), que esperaba junto a otros muchos a entrar en escena en la plaza de Castilla.

Calor y humor en la salida: "¿Aquí no llovía siempre?"

Ramiro González (a la derecha) y Manuel Flores, subidos en el «Pizarro». / Mario Canteli

Porque el desfile comenzó mucho antes de las doce del mediodía para los protagonistas. Desde bien temprano, las calles aledañas al inicio del recorrido se convirtieron en un gran "backstage" en el que los militares hicieron los últimos preparativos tras bambalinas antes de pasearse con sus mejores galas entre los aplausos de la multitud que se desplegó ayer en Oviedo. "Llevamos aquí desde las nueve de la mañana. Tenemos que calentar nosotros y los caballos. Están acostumbrados a trabajar en sitios en los que hay mucha gente, pero hoy es una ocasión especial y sabíamos que esto iba a estar a rebosar", señala el sargento David (prefiere no decir su apellido), que ayer estaba al frente de la Banda de Clarines y Timbales del Grupo de Caballería de la Guardia Civil. "Tocar al trote no es fácil, así que tenemos que ensayar un poco antes de empezar", reconoce mientras acaricia a "Regajo", un caballo tordo español de la yeguada militar, en la calle Calvo Sotelo.

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Yago Sebastián, en la plaza de Castilla. / Mario Canteli

La sección de sables se diferencia porque llevan caballos castaños y alazanes. "Ya nos vinimos para Asturias el pasado martes, pero ellos están bien cuidados. Vienen en camiones, pero cada vez que salimos de la base de Valdemoro (Madrid) para actos como este se alquilan boxes para que estén a gusto", explica el sargento David. "Están en el Chas de Gijón", apunta, para dar más detalles, una asturiana que forma parte de la unidad.

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El cabo José Luis García Fernández. / Mario Canteli

Cerca de los representantes de la Guardia Civil estaba una batería de la Guardia Real, concretamente del Grupo de Escoltas que vigila La Zarzuela, dirigida por el capitán Cristóbal Villarreal, que es jerezano de nacimiento y ya tiene algún que otro desfile a sus espaldas. "Lo hacemos de forma habitual, pero nos ilusiona y hay que dejar bien alto el pabellón", asegura junto a su caballo "Rejón". A su lado, el cabo Adrián Borrego, madrileño de Leganés, le da la razón a su superior. "Este tipo de desfiles son la oportunidad de enseñarles a los españoles el trabajo que hacemos, que pocas veces se ve", dice.

Calor y humor en la salida: "¿Aquí no llovía siempre?"

El reservista ovetense Raúl Cienfuegos, con algunos de sus compañeros, antes de desfilar. / Mario Canteli

Lo que más trabajan los militares antes de entrar en escena en los desfiles como el de ayer es la "concentración" y la "disciplina" para que todo salga como en los ensayos. "Lo hemos preparado mucho, así que no vamos a tener problemas y todo va a salir bien", sostiene el cabo José Luis García Fernández, de la Brigada Ligera Aerotransportable (Brilat), un gallego de Lugo. Porque lo importante es mantener "la imagen y la actitud" y desfilar con "orgullo y cariño", con "marcialidad". Al menos eso es lo que opina Rubén Navalón, un soldado valenciano del Regimiento de Artillería Antiaérea número 73. En esa misma línea se expresa Raúl Cienfuegos, reservista voluntario ovetense que ayer jugaba en casa. "Estamos orgullosos y felices. Poder disfrutar de algo así en nuestra propia ciudad es algo muy especial", asegura. José María Marcilla, presidente de la Real Hermandad de Veteranos de Oviedo, también estaba ayer muy ilusionado: "Es una suerte y un orgullo desfilar aquí".

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El sargento David ensaya con la Banda de Clarines y Timbales del Grupo de Caballería de la Guardia Civil. / Mario Canteli

Los carros de combate, los vehículos de artillería, los de transportes de tropas y el resto de los que tomaron parte en el desfile también tuvieron que esperar un tiempo en la plaza de Castilla. Ramiro González y Manuel Flores, al mando de un Pizarro, un blindado que se fabrica en Trubia, no pensaban que en Oviedo podían llegar a pasar tanto calor. "¿Aquí no llovía siempre?", pregunta entre risas Flores, que pertenece como su compañero al Regimiento de Infantería Mecanizada "Saboya 6".

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