Alma de Oviedo

Un motor que nunca descansa

El urólogo Ramón Absacal mantiene el impulso del trabajo, la pasión médica y la vehemencia vital después de 50 años de profesión

El urólogo Ramón Abascal.

El urólogo Ramón Abascal. / Fernando Rodríguez

Chus Neira Foto: Fernando Rodríguez

Ramón María Abascal García (Oviedo, 75 años) es el mayor de los tres hijos del médico digestivo José María Abascal y de María Luisa García. Empezó en 1972 en el Hospital General, donde se incorporó luego al servicio de Urología, del que fue jefe de servicio desde 1985. Mantiene consulta compartida con su cuñado Alejandro Braña desde 1982. Está casado con Sonsoles Junquera. Tiene seis hijos y doce nietos.

Hay un impulso motor primigenio en Ramón Abascal que lo mismo anima su charla con la vehemencia propia del entusiasta como le imprime el carácter del piloto de un bombardero al gesto de conectar los interruptores de la gran pantalla del negatoscopio de su despacho de la calle Asturias cuando se le pide que la encienda para hacer la foto que acompaña a este artículo. Si el movimiento se demuestra andando, el ejercicio de la medicina se revela en este urólogo como una cuestión inevitable y esencial: ir al problema, atajarlo, solucionar cosas.

1.-En brazos de su padre, el doctor José María Abascal. 2.-En sus primeros años en el Hospital General. 3.-Con su mujer, Sonsoles Junquera, y sus seis hijos: Inés, Sonsoles, José María, Alejandro, Vicente y Ramón. 4-Participando como presidente en el congreso nacional de Urología que se celebró en Oviedo en 2004. 5.-Con su mujer y sus doce nietos, en una fotografía del pasado verano. En la fotografía que encabeza esta página, en el despacho de su consulta, en Oviedo.

En brazos de su padre, el doctor José María Abascal. / ..

Ese pragmatismo, más que la medicina de las ideas, del debate filosófico, le condujo muy pronto a la cirugía y mucho más tarde, después de cincuenta años de profesión, a exhibir con orgullo una hoja de servicio que ya superó las 15.000 operaciones la última vez que hizo el cálculo. Claro que Ramón Abascal pudo haber sido hombre de leyes, como le reclamaba su tío Eusebio "Chebo" González Abascal ("Ramonín, no seas romántico, estudia Derecho"), velando, como el resto de la familia, por el futuro de aquellos tres sobrinos que se habían quedado huérfanos tan pronto. Pero al mayor de los tres hijos del médico digestivo José María Abascal y de María Luisa García ya se le había llenado la cabeza del olor a alcohol yodado de la consulta paterna en la calle Mendizábal. Solo tenía cuatro años cuando su padre falleció a causa de un cáncer de estómago, pero esa ausencia, razona, le aferró aún más a los pocos recuerdos que tenía: ir al Campo de la mano de Alejandrina, la chica que le cuidaba, y acercarse al hospicio, donde también pasaba consulta, a ver a papá. Salas de niños berrando y monjas que hoy le parecen salidas de una de Fellini ahogándolo entre velos y besos. Llegar por la tarde al chalé donde vivían, cerca del Sanatorio Blanco, y ponerse a jugar con él con un balonín de cuero.

Un motor que nunca descansa

Con su mujer y sus doce nietos, en una fotografía del pasado verano. / .

Su madre, voluntad de hierro, hizo de madre y de padre, sacó la plaza de funcionaria, crió a los tres hijos y Ramón se fue a Santiago a estudiar Medicina. En cuarto curso ya ayudaba al cirujano Souto Bóo; durante el servicio militar también visitó los quirófanos del ejército, regresó a Oviedo en 1972 y empezó en el Hospital, en el rotatorio, con Manuel García-Morán en cirugía y con el doctor Arroyo en medicina interna. Había tradición sanitaria en la familia y ese círculo se estrechó aún más cuando encontró pareja en una vecina de la calle Cervantes, Sonsoles Junquera. Entró a trabajar en Urología con su suegro, José María Junquera Villa, y en 1985, cuando éste se jubiló, le sucedió en la jefatura del servicio del Hospital General.

Un motor que nunca descansa

Con su mujer, Sonsoles Junquera, y sus seis hijos: Inés, Sonsoles, José María, Alejandro, Vicente y Ramón. / .

A él se refiere cuando tamborilea incesante encima de la mesa del despacho y mueve los papeles de uno a otro montón mientras despliega su visión del servicio de salud y rescata una de las máximas aprendidas en los años que lo tuvo de jefe: "Si haciendo las cosas bien a veces salen mal, haciéndolas mal saldrán fatal". Ni por las ramas ni paños calientes, Abascal es muy crítico con lo que llama la "malicia sanitaria" (exceso de pruebas, campañas de prevención), con el abuso de los fármacos y con cierta falta de filtros que acrediten anualmente la calidad médica de los profesionales. Pide más sentido común, buena alimentación, exigencia académica en la gestión y una vocación a prueba de bomba. No le gusta ponerse bata, viene a decir, porque es una especie de matrícula y la profesión hay que llevarla por dentro. "Esto te tiene que gustar mucho para aguantar el tipo". Él no se baja. Consulta por las tardes, una hora de natación todas las mañanas, sigue operando, cumplió con la memoria de su tío graduándose en Derecho hace tres años y ahora va a por el Trabajo Fin de Grado. Nada le pare.

Un motor que nunca descansa

En sus primeros años en el Hospital General. / .

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