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Bousoño en sueño rescatado

Sobre el homenaje en el RIDEA al poeta boalés

"Comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo". El aforismo es remate de un hermoso cuento borgeano, pero Bousoño nos ha dejado dicho, por dos o tres veces que, lo mismo que Coleridge escribió un poema a contracorriente de los parámetros de Freud, incluso la clave de un poema ajeno de Claudio Rodríguez, en el caso de Carlos se compuso y/o descifró en un sueño.

Una auténtica maravilla onírica fue el homenaje póstumo que ofreció el RIDEA al poeta de Boal, mejor, más propiamente al poeta ovetense, al que nacieron en la escuela boalesa en que profesaba su madre.

El encuentro, previsto como presentación de la antología y el minucioso estudio del profesor Santiago Fortuño, había sido planificado antes del óbito de Carlos.

Fue emocionantísimo. Las lágrimas de Ruth, esposa de Carlos, nos sobrecogieron pero también humanizaron la lectura de versos y conceptos que poeta y crítico literario tan excelso creó para alturas y capas de la sensibilidad jamás de recepción facilona.

Duque Amustio, además de parlamento en línea con el mejor Bousoño, llamó la atención sobre una conversación, deliciosa en efecto, en la Universidad de Granada que está colgada en la red, y que nos mantiene a Carlos tal cual era para siempre entre nosotros.

Ruth nos descubrió en este periódico, por Mercedes Marqués, en su intervención oral y en la escritura de su prólogo, un texto de Carlos, Carlitos, niño que es una joya que, a mi modo de ver, merece una publicación completa y solitaria.

Tratándose de un acto ovetense es natural que se acercaran al Palacio de Toreno, sede del RIDEA, amigos que le quisieron. Durante un instante me di cuenta de que en el mismo minúsculo trozo de ciudad se dieron cita histórica, Ángel González, las hermanas Suárez (Eloína, alcaldesa que fue), Sabino Fernández Campo, Paco Grande Covián, el también galeno Alejo Rodríguez de la Rúa y no mucho antes el pintor Luis Fernández o la familia de Don Aniceto Sela, próximo a Clarín. Allí estuvieron lugares esfumados, característicos y sucesivos como La Gran Vía, el periódico Avance, el Sanatorio Getino y, cerca, el Hospital Provincial o el Salón Babel.

Además de Carlos, evoco a su hermano Luis, tan ovetense, tan cordial. Durante un memorable desayuno en el hotel de La Reconquista recibí la confidencia del mexicano Carlos Fuente de que Bousoño sería Premio Príncipe de Asturias 1995. No pude aguantar el secreto con Luis y y el propio Carlos.

Desde Alarcos y Juan Benito se suele denominar a Oviedo "la bien novelada" pero, ¿y el insólito nivel que adquiere la ciudad con sus poetas?

Hubo un encuentro inolvidable, que propicié, entre Bousoño, García Nieto, Ángel González y Gamoneda, que a los cafés, en el Parque de Invierno ("Masaveu 55"), unimos a Víctor Botas y García Martín. Era mi empeño en que Rubio Camín hiciese obra escultórica conmemorativa. Apoyaba Pepe Troteaga desde Cajastur.

Fue una iniciativa que, por mi parte, rayaba en el absurdo, como ya reconocí, pese a que la amistad paciente de los escritores toleraba mi acosadora vehemencia. Fueron, como era más adecuado, entrando por separado en el callejero.

Carlos probablemente no sea el más conocido pero sí merece que este libro de Fortuño, del RIDEA y de Ruth, y otras iniciativas, lo popularicen como quiso Pepe Cosmen con una de sus publicaciones para viajeros ilustrados de ALSA, empacada por Víctor Alperi y Juan Mollá.

En cualquier caso, Bousoño...soñado y recuperado, jamás desaparecido.

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