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Flores para un dolmen

El dolmen de Los Llanos y la relación de infancia de Leopoldo Alas, "Clarín", con Guimarán

Quién le mandaba flores por primavera

"Un ramito de violetas"

Cecilia (Evangelina Sobredo)

A nacer, no a morir, desde esta tumba

Alejandro Duque, "Dolmen"

"La necrópolis de Monte Areo, entre Carreño y Gijón, es la mayor del norte de España y se distribuye a lo largo de siete kilómetros en medio de la naturaleza". Es subtítulo de un delicioso reportaje de Ana Paz Paredes sobre el dolmen estudiado por el reputado historiador Miguel Ángel de Blas, al que me cupo el honor de publicar hace ya tanto el primer libro de la Consejería de Cultura, recién iniciada la autonomía. Era el tiempo de mi entusiasmo por los yacimientos del Nalón-medio, por los trabajos del equipo de Javier Fortea, al que pertenecían Miguel Ángel, Asensio, Carrocera y el fraile dominico Tresguerres, y de los heterodoxos autodidactas de Quintanal y Polifemo.

La última de este periódico el pasado 17 de junio daba además cuatro magníficas fotos en color del dolmen de Los Llanos, obtenidas por la misma Paredes. Hay una que revela anónimo sentimiento, poético en emoción y expresión, que hubiera intrigado a Cecilia, la inolvidable cantautora. Es ramillete de plantas diversas que crecen entre las piedras prehistóricas.

Se trata, pues, de mausoleo erigido hace miles de años que ha merecido hogaño significativo homenaje popular espontáneo. Los artistas de las vidrieras catedralicias colocaban las mejores en lo más alto, donde difícilmente las miradas apreciaban sus filigranas.

Por las inmediaciones correteaba, mediado el XIX, en verano, un rapaz, que llegaría a ser el mejor novelista español, Leopoldo Alas. Agustín Coletes dedicó a esa juvenil presencia en Guimarán un entrañable libro,"Un rincón de hojas y hierbas", a cuya presentación candasina asistí hace años. Clarín no reseñó ni el dolmen ni las florecillas que ahora nos muestra la reportera, éstas, sin duda de semillas antiguas, seguramente de brote reciente. Son calas, clavelinas, rosas y gladiolos... Es decir, una variedad bien escogida para la ocasión, que tanto gustaban en su colorido diverso al juanramoniano Platero.

Marino Busto, que fue cronista oficial de Carreño, insistía siempre en que Alas, al que, según se sabe, "le nacieron en Zamora", hubiera querido nacer en Guimarán. La de Marino era una mera especulación entusiasta y localista comprensible, pero además de las virtudes paisajistas que adornan el paradisiaco lugar, hubo ese enterramiento notable, cuya memoria, rescatada y difundida por De Blas y Ana Paredes, se sigue conservando con el gesto ensalzador y respetuoso de un admirable aficionado/a a la mejor botánica.

A un lado discurría la pequeña calzada romana que unía "Lucus Asturum", con las "Aras Sextianas" de la Campa Torres / Noega, levantadas en honor del emperador César Augusto. Julio Concepción concluye sobre la toponimia del Monte Areo,: "no habría que descartar (...) lugar sagrado"....

¿Y si el jardinero/a fuera a su vez sobrenatural?

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