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Crítica / Música

Modales exquisitos

El éxito de la OSPA con la composición de María Teresa Prieto y las obras españolas

En el retorno de Milanov a las tablas del Auditorio, para la temporada de abono de la OSPA, quedó probada la determinación con que el director búlgaro había concebido el programa "Fantasía española"; una senda trazada de la que no se desvió con el reventón de un foco en un pianísimo de la obra de Albéniz, ni con los precoces aplausos del público en esta misma pieza, ni ante el aviso para apagar los teléfonos móviles cuando Rossen se disponía a comenzar la segunda parte, batuta en mano.

El concierto se inició con la suite de "El amor brujo" de Manuel de Falla, que desde el primer instante encandiló al público con sus giros melódicos, su ritmo marcado y sus tresillos ante una orquesta muy equilibrada y bien empastada. Debemos destacar la actuación de oboe y trompeta, que resolvieron con brillantez y destreza su más que complejo y comprometido papel a lo largo de la obra del compositor gaditano.

Sin duda alguna, la protagonista de la velada fue la "Sonata Modal" de la compositora ovetense María Teresa Prieto, en la primera vez que se presentaba en la capital del Principado. Subyacen en ella los rasgos propios de su estilo compositivo como algún motivo de reminiscencia asturiana, el gusto por el contrapunto -o la inclusión de melodías que camparon a sus anchas por las diferentes secciones de la agrupación asturiana- y un fuerte componente nostálgico que se dejó sentir de manera particular en el tercer movimiento, de tempo más lento, en el que el viento madera acompañó al violonchelo solista, emocionando con sus dinámicas y creando una atmósfera expresiva de la que se empapó el auditorio al completo. En líneas generales se trata de una composición que ahonda en el color orquestal y la emotividad, con pasajes en lenguaje postromántico en el que se percibe el oficio compositivo de María Teresa Prieto y que la OSPA supo ejecutar de forma pulcra y esmerada. Iagoba Fanlo, solista de la pieza, cumplió su papel con sobriedad.

La "Pavana para una infanta difunta" de Ravel, fue sin duda la nota discordante en un programa pergeñado como netamente español. Aun así, la célebre obra del compositor nacido al otro lado de los Pirineos, agradó sobremanera al respetable a través de la expresividad que genera la explotación tímbrica de los instrumentos en aras del color, algo que nos lleva a rememorar su obra más famosa, "El bolero", en la que está presente de igual modo esa concepción casi lúdica de "el sonido por el sonido".

En cuanto a "Chants d'Espagne", estrenada por Milanov con la Sinfónica de Chautauqua, redunda en las ideas de la obra de Falla: giros andalucistas, enérgicos crescendos, cadencias frigias, ritmos ternarios, tresillos y presencia de castañuelas como ingredientes fundamentales para la construcción de la identidad española en el imaginario colectivo. La orquestación, que a todas luces pretende mantener el carácter de la obra original, seguramente se exceda en el uso de la percusión.

El público agradeció la programación de repertorio español, de manera singular la apuesta por la obra de Mª Teresa Prieto, y la Orquesta Sinfónica del Principado, que desprendió magia durante toda la interpretación, cosechó un éxito unánime y rotundo.

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