Hace unos días, por la noche, anónimos individuos ensuciaron con pintura el monolito que, en memoria de 1.500 asturianos asesinados por el fascismo, se levanta en la entrada posterior del cementerio de El Salvador en Oviedo. A la noche siguiente, volvieron a actuar ensuciando y ultrajando el sencillo monumento que, en San Pedro de los Arcos, le levantó el pueblo de Oviedo a la luchadora Aida De la Fuente, para honrar el sacrificio de su muerte en la Revolución de 1934. Era pintura roja, roja como la misma sangre que allí fue derramada para intentar silenciar ideas, para hacer callar los gritos de libertad de los hombres y mujeres que el verdugo franquista no quería oír, o para defender con su pequeño cuerpo, a sus compañeros de las balas asesinas.

De todos estos hechos se hizo eco LA NUEVA ESPAÑA. Aunque pueda parecer una noticia sin trascendencia, en realidad sí que la tiene. Tiene toda la fuerza de poder comprobar cómo el odio, la intolerancia y la sinrazón anida aún en muchos individuos a los que cuesta enormemente calificar como ciudadanos. Pero lo más lamentable de todo esto es que estamos siendo testigos, día tras día, de cómo se jalean con discursos incendiarios emitidos por mentes calenturientas y sin escrúpulo alguno, actitudes de enfrentamiento que no deben ser aceptadas sin más. Estamos entrando en una espiral de violencia verbal que, de no remediarla pronto, puede llegar a ser preámbulo de lo que jamás debe llegar a ocurrir.

Y aquí, la prensa libre, la prensa democrática, tiene mucho que decir y que hacer, empezando por condenar, sin tapujos, algunos hechos como éstos, denunciando actitudes que, como alguien comentó, recuerdan a situaciones pasadas de entreguerras, pero también desenmascarando a cuantos piensan que con estos discursos, pueden ganar un puñado de votos del extremo más indeseable de nuestra sociedad, atentando de este modo contra la democracia misma de nuestro pueblo. Aquí y ahora no vale ser imparcial. Hay que ser siempre parcial cuando estamos hablando de libertad de dignidad y de decencia humana, y aquí, como digo, la prensa debe manifestarse de forma radical.

Los y las socialistas no queremos ponernos de perfil ante este tipo de actitudes que consideramos graves.

Condenamos, sin paliativo alguno, hechos como éstos, que atentan contra la memoria de tantos y tantos ciudadanos, y que supone una total falta de respeto a la historia de nuestra ciudad. Instamos a que los partidos de la derecha de este país muestren también, de forma rotunda, su condena, y no se escondan en subterfugio alguno, porque queremos una Asturias libre de odios, no queremos que en nuestra ciudad anide la sinrazón.