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Con vistas al Naranco

Moradiellos en el cierre categorial franquista

Sobre el último libro que analiza la figura del dictador y otros destacados biógrafos

Como he vivido bastante, tal confesaba Neruda, he conocido a seis de los más conspicuos biógrafos de Franco de pluma e investigación tan diversa: Luciano Rincón/ Luis Ramírez, Ricardo de la Cierva, Luis Suárez, Vázquez Montalbán, Paul Preston y Enrique Moradiellos.

Excluyo expresamente "Franco Rey/16 razones" del canónigo Cesáreo Rodríguez. Don Pesáreo le llamaba Alarcos y conservo delirante correspondencia e irrisorias dedicatorias que hacían la hilaridad de mis compañeros de Universidad. La edición, de sello portorriqueño, fue una audacia del inolvidable impresor, como le gustaba definirse, Manolo Gofer.

Enrique Moradiellos, ovetense de primera, relegado, aunque mantenga sobria dignidad, a la Universidad de Extremadura, se ha convertido, quizá "malgré lui", en el mejor especialista en dos personalidades que se conformaron en el convulso pasado siglo, Juan Negrín y Francisco Franco. Con ese íntimo convencimiento, no podía faltar a la conferencia decembrina que todos los años Enrique nos ilustra a sus paisanos. Y de nuevo no defraudó la expectativa.

Entre las lecciones que el profesor Moradiellos dejó sentadas en el Club de este periódico y en la cena de Tribuna Ciudadana, ya que no en su inaccesible Facultad de Humanidades, está el único instante en que Franco pudo perder el poder. Fue en 1943, acuciado por la Guerra Mundial y las oposiciones monárquica y del generalato. Su habilidad política fue entregarse al Vaticano, donde pesaban duramente los ocho mil clérigos asesinados durante la contienda incivil. Personalmente me sorprendió la contundencia argumental pero debió ser así.

Honestamente, término más británico que español en acepción intelectual, no he de marginar que, además de los autores mencionados, conozco las hagiografías de Crozier, de Hills y de Joaquín Arrarás, cuyos dos tomitos de San Sebastián/1937, han batido record de reproducciones y adendas, pero no traté a su autor. Arrarás, muy errático y discutible en muchas afamadas obras, introduce un error, luego archirrepetido en otros, sobre el primer domicilio de Franco en el Hotel París de la calle Uría y que, por el contrario, fue en Rosal, donde la actual cafetería Solera. Hay otro dato oviedista de libros filofranquistas que me resisto a calificar todavía de yerro y es que el futuro dictador se habría instalado al entrar en el Oviedo de Octubre-1934, como Jefe del Estado Mayor de la República, en el Banco Herrero. Lo cuenta minuciosamente su pariente y secretario militar, Francisco Franco Salgado-Araujo, Pacón, pero mi familia materna, refugiada en Las Segadas durante la revuelta, nunca lo supo, tampoco los Estébanez, cuyo patriarca era el Conserje del Herrero, en cuyas dependencias anejas vivían los míos.

Franco figura, al final de la segunda década del XX, como socio del Real Automóvil Club de Oviedo, donde hacía peña, o tertulia, con Gerardo Berjano y el Dr. Linares, considerados como "los tres raros" por evitar juntarse con el resto de asiduos, entre los que estaba el cordialísimo socialista Teodomiro Menéndez. Son pequeñas anécdotas de importancia menor, pues lo trascendente, doloroso genocidio aparte, es la posición fijada por Moradiellos en la conferencia y el libro ("FRANCO. Anatomía de un dictador"); una aportación importantísima alejada de sectarismos oportunistas, comprometida con su reconocido rigor investigador y académico.

Expresó también acentos europeístas que se comprenderá me sean especialmente gratos.

Moradiellos, en definitiva, es para mí un auténtico lujo de nuestra ciudad.

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