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Más que fábrica de gas

La instalación es mucho más que un mero proyecto urbanístico y merece todo nuestro respeto

La fábrica de gas. Una instalación que perdura en la memoria ovetense y a la que se mantiene unida en antiguo nexo. Con la vieja estructura metálica del gasómetro que, como osamenta de una vieja ballena, languidece bajo el olvido de los años. Pero de nuevo reclama para sí el merecido protagonismo. Parece que Doña Piqueta afila de nuevo sus garras. El edificio de la Popular Ovetense corre peligro. Y, como en un recurrente día de la marmota, vemos parte de nuestro patrimonio peligrar llevándose por delante ideas y obras nacidas de mentes tan creativas como las de Vaquero Palacios o Sánchez del Río. La curiosidad me empujó a querer saber más y, de nuevo, me llevó hacia Fermín Canella, lejos de las noticias de hoy, para ver qué nos contaba. Nos dice: “Hállase situada en la antigua calle Paraíso. Fue establecida por una sociedad comanditaria de varios particulares de esta capital, constituida al efecto el 7 de mayo de 1858, bajo la razón social del González Alegre, Polo y Cía., renovada oportunamente en el año de 1880. El proyecto y planos e instalación de la fábrica, así como la del yeso, unida a la misma, débense al inteligente y laborioso industrial D. Rodrigo Gutiérrez, director de ambas hasta su fallecimiento. Secundaron con toda eficacia sus esfuerzos, sus consocios en general y, en particular, los Sres. D. José González Alegre y Marqués de Gastañaga, primer Gerente y Presidente de la Comisión inspectora, respectivamente. Está montada con todos los adelantos que la fabricación exige. Tiene tres gasómetros, una espaciosa sala de hornos, buen extractor, condensadores, lavadores y depuradores de todas clases, contadores y reguladores, extensos almacenes, oficinas, etc. Los carbones que consumen proceden de las minas de María Luisa, del valle de Langreo. Surte de alumbrado a toda la población y cuenta con elementos suficientes para adquirir creciente desarrollo”.

La fábrica de gas es mucho más que un solar. Es mucho más que un mero proyecto urbanístico. Y merece todo nuestro respeto. Como lo hubiera merecido el majestuoso acueducto de los Arcos de los Pilares, “obra de arquitectos montañeses pero digna de romanos”, en palabras de Jovellanos. Al igual que los chalés de Concha Heres, de Tartiere, de Olivares… O el Fontán o el Vasco. Y tantos edificios más. Hace años que se discute sobre qué hacer en la Fábrica de Gas. Lo mismo que hace décadas que se debate sobre La Vega. Años hablando de los terrenos del viejo HUCA. Hace más de un siglo se proyectaban planes para el Naranco. O para proteger Santullano. ¿Por qué llevamos tantos y tantos años discutiendo sobre lo mismo? ¿Alguien ha concebido, de verdad, un proyecto integral de ciudad? Se atribuye a Séneca este proverbio: “No hay viento favorable para el que no sabe dónde va”. A ver si va a ser eso. Demasiado tiempo polemizando y seguimos sin tener un para qué y un por qué en demasiadas áreas vitales de una ciudad que se empeñan en mirar a retazos. Y mientras tanto perdura la sensación de que el patrimonio arquitectónico, natural o industrial, no es una prioridad. Y vaya si lo es. Porque es de los ovetenses que nos lo legaron. Y de los ovetenses de hoy es la responsabilidad de cederlo a los del futuro en las mejores condiciones. Cómo no evocar la Fábrica de loza de San Claudio, con su magnífica plantilla que continúa paseando el recuerdo de su exitoso pasado laboral, injustamente truncado, entre las abandonadas y vergonzantes ruinas. Tanto patrimonio industrial que atesora Trubia. Y aún perdura la memoria de los faroleros que cada día encendían las farolas para que la oscuridad no reinara en la noche.

El Foro Juvenil del Patrimonio Mundial, en una de sus reuniones, llegó a una conclusión que comparto: “Los sitios culturales y naturales forman el entorno del que los seres humanos dependen psicológica, religiosa, educacional y económicamente. Su destrucción, e incluso su deterioro, será perjudicial para la supervivencia de nuestra identidad, nuestro país y nuestro planeta. Tenemos la responsabilidad de preservar estos sitios para las futuras generaciones”. Así es.

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