La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gonzalo García-Conde

Crítica / Música y cine

Gonzalo García-Conde

Denuncia, ternura y jazz

“Drums & Piano” logran camuflarse dentro de la historia, rabiosamente actual, de “El hombre mosca”, de Harold Lloyd

La Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo, el festival SACO, marca cultural promovida por la Fundación Municipal de la Cultura con evidente mimo, llega a su séptima edición como una realidad absolutamente consolidada en nuestra programación. Los cine-conciertos, la propuesta SACO con más calado entre nuestro público, proponen ese aire vintage mezclado con modernidad tan gustoso, un halo sofisticado irresistible para el público que disfruta haciendo planes singulares.

A pesar de tener claro el concepto, este viernes tenía la sensación de ir a ver un concierto con “algo más”. Una propuesta musical del pianista Jorge Gil Zulueta que se apoyaría en lo visual lo mismo que en la sección rítmica de Jorge Gutiérrez. Actuación que, de alguna manera, enlazaba con este año extraño (en el mejor sentido) en el que el jazz está teniendo protagonismo en nuestra programación.

La disposición del escenario no me disuadió de mi idea. Cierto que la pantalla tenía un protagonismo abrumador y hacía que el piano y la batería, dispuestos a la izquierda del escenario, de espaldas al público, pareciesen minúsculos. Aun así, cuando los músicos salieron al escenario, aquello seguía pareciendo un concierto.

Gil Zulueta planteó las claves que debían marcar la velada. Un viaje en el tiempo de casi cien años atrás. “El hombre mosca”, el clásico de Harold Lloyd, fue estrenada en 1923. Para ello se apoyaría en los sonidos americanos de los felices veinte: ragtime, swing, hot jazz. Nos explicó la dificultad de la propuesta, asumir el rol secundario de la música frente a la película en sí misma, pero con la evidencia de su presencia sobre el escenario. Buscaría enfatizar las emociones con distintas melodías: persecuciones, enamoramiento, humor, tensión. Entonces anunció un pequeño cambio que se disponían a introducir en el repertorio. En las escenas de amor cambiarían la pieza prevista por la banda sonora de la legendaria serie de televisión “Anillos de Oro”. Un homenaje al compositor Antón García Abril, fallecido esta misma semana, que provocó un largo aplauso del público. Así comenzó la proyección, y con ella el concierto.

Durante los primeros minutos resultó divertido comprobar ese análisis musical de las emociones que se nos había anunciado. Poco a poco, la sucesión de situaciones cómicas arrancaba las primeras risas en el patio de butacas. En ese momento yo aún miraba de reojo a Gil Zulueta y celebraba los efectos sonoros de Gutiérrez. Pero en algún momento que no acierto a precisar, el conjunto me absorbió.

“El hombre mosca” es una película deliciosa, tierna, cruda, rabiosamente actual. Es una crítica social a su tiempo, al capitalismo, a la explotación de los más débiles. Poética, inocencia, carcajadas y picaresca frente a un mundo hostil.

Aparte de algunos efectos especiales muy imaginativos, la larguísima escena trepando el edificio que justifica su título, tan icónica, nos provocó un verdadero clímax de vértigo. Conviene recordar que a Harold Lloyd le faltaban dos dedos de su mano derecha, que había perdido en un accidente en un rodaje unos años antes. Pero su personaje logró culminar la hazaña y se ganó el amor de la heroína, lo único que de verdad le importaba.

Así concluyó la historia, pero, de pronto nos dimos cuenta que había unos músicos sobre el escenario. Habían logrado camuflarse dentro de la historia, ser parte del discurso. Para celebrar el éxito, recobraron el protagonismo para regalarnos un bis y ganarse sus merecidos aplausos en exclusiva, al margen del metraje. Otro éxito para el SACO.

Compartir el artículo

stats