Mediado su mandato en Oviedo, el gobierno de Canteli afronta un momento decisivo si pretende dejar huella en forma de obras, el camino habitual de los políticos para reivindicarse. Son varios frentes abiertos en la ciudad (La Vega y Santullano, Palacio de Deportes, el Cristo, la plaza de toros...) y entre los que pueden prosperar sobresale el coso de Buenavista. De tanto cuidarlo, de tanto protegerlo, casi se nos ha venido abajo. Caen tejas y cascotes como un orbayu impenitente, los Bomberos la encintan y la rodean con vallas, y los ovetenses la miran de reojo, como temiendo el día que colapse. Su destino, ser un recinto multiusos para 5.000 personas. El camino para conseguirlo, largo y tortuoso.

El cariño que mata a la plaza de toros

Convertida en Bien de Interés Cultural en 2006, no es que hasta entonces Oviedo se hubiese distinguido por cuidar la plaza como oro en paño, aunque mantenía su dignidad; nadie cumplió después del BIC con la obligación de cuidarla y conservarla; hubo que declararla en ruina y entonces ya fue por el BIC y su protección que no hubo manera de hacer nada. Bendita excusa. Adiós a las corridas, deficitarias; y adiós a los conciertos. Ahora, cuando a Oviedo le toca acelerar para sacar algo en limpio en el futuro próximo, un recinto polivalente en lugar de la vieja plaza se aparece como un salvavidas para el barrio, a la espera de que, en el futuro más lejano, la recuperación del solar del antiguo hospital dé un respiro al lugar.

Contado a diario en este periódico, el proceso de recuperación del coso de Buenavista camina a paso tortuga. El tedio burocrático tropieza con las exigencias de Patrimonio. Cada paso adelante viene con tres atrás y, aunque el gobierno de Canteli y Cuesta se ha empeñado en recuperarla, les cuesta sangre, sudor y lágrimas siquiera conseguir el visto bueno para trabajar en ella.

Los técnicos tratan ahora de definir las normas que debe seguir la empresa que se haga cargo de la remodelación, es decir, se están preparando los pliegos para la redacción del proyecto. Y todo, cada paso, cada decisión, necesita el visto bueno de los popes culturales del Principado, que para eso hicieron BIC la plaza, para protegerla. Tanto la protegemos, tanto cariño le damos, que muere mientras un ejército de técnicos tira líneas y dibuja proyectos.

La idea para la plaza suena bien. Recinto polivalente con 5.000 plazas para espectadores. Pero chocan con la rigidez que impone la categoría BIC. El último reto es encontrar una solución para asegurar las vías de evacuación sin ensanchar los vomitorios originales. Y todo así. Cada día, un problema.

Lo que sí trasluce es el buen entendimiento que hasta ahora no se había dado entre el Ayuntamiento de Oviedo y el Gobierno del Principado. En ambas partes confían en que la buena voluntad, la imaginación y las ganas de seguir adelante pesen más que la retahíla de restricciones proteccionistas. Veremos.