El amable lector sabatino sabe de Miguel Barca y María José Fontana Hidalgo, “gabopapers”, son detentadores en Mahón de un manuscrito de García Márquez, “Tirabuzones de agua”, topado al vuelo ventoso del barcelonés Sarriá. Hace meses, Violeta, hija de mis queridos primos, paseó la alfombra goyesca. Es genial autora de “El trono” –por ahora un guion–, un sueño sobrecogedor recuperado en lenguaje fílmico. Está dentro del exclusivo mundo de la gran creación subyacente en la que ya tengo encabalgada familia (Patri, Aida, Nico…). No la reconocí cuando tropezó en un vano de la rojísima moqueta. Resulta que sus padres le habían obsequiado con calzado de aguja adquirido bajo el slogan “Zapato de Cenicienta”. En las acotaciones de Valle Inclán a “Luces de Bohemia” sale la niña Pisabien, pero mi sobrina es de los cánones rompedores del Cine que marcó un tal Welles con sus planos de intensa secuencia onírica, no del Teatro donde anclé nostálgico entusiasmo de carroza asistente al fabuloso estreno mundial de la obra sobre Max Estrella/A. Sawa por la compañía Akelarre que dirigía mi compañero Luis Iturri.
“Papeles de Sons Armadans”, en la isla madre del Archipiélago, no se puede comparar con el “gabopaper” que falta en las ediciones de “Cien años de soledad” tal como la conservan mis parientes, enmarcado, privilegio para visitantes amigos, únicos en leer completa la novela de “Gabo”.
